Hacia un desarrollo sostenible.

Hasta hace escasos años, el capitalismo preponderante parecía tener la capacidad de reducir la pobreza en el mundo. Sin embargo, la situación se ha invertido en las últimas décadas. 

Hemos evolucionado hacia un capitalismo más social, más humanista, que comprende que entran en juego empresas, consumidores, empleados, proveedores, etc. y que todos ellos son importantes. La forma de relacionarnos está cambiando hacia las nuevas necesidades que surgen.

Nos enfrentamos a una serie de retos medioambientales, sociales y tecnológicos que en los últimos meses se han acelerado aún más si cabe.

La exclusión social es un hecho. El problema reside en que son personas que difícilmente conocen otra realidad, no tienen la necesidad de buscar otra salida porque la encuentran fácilmente a través de actividades como la delincuencia o el tráfico de estupefacientes. El informe anual de Deloitte “Millenial Survey” estima que para el año 2025, el 75% de la fuerza laboral estará compuesta por integrantes de la generación Y (millenials). Este dato, trae implícito un factor positivo, y es que los jóvenes, por regla general, somos más propensos a invertir en empresas que lleven a cabo acciones medioambientales y de sostenibilidad. 

Sin embargo, debemos plantearnos una cuestión, ¿realmente estamos dispuestos a pagar por un producto que sea sostenible? Y si es así ¿cuánto más estaríamos dispuestos a pagar?

Conocemos qué es el consumo sostenible y en nuestro día a día cada vez somos más los que incorporamos pequeñas acciones que contribuyen al mismo. Compramos productos reutilizados, optamos por formas de movernos menos contaminantes, apostamos por los productos locales, reciclamos, etc. Podemos citar una lista interminable de hábitos sostenibles que adoptamos cada vez con más frecuencia. Los consumidores españoles estamos cambiando y cada vez somos más consientes de la necesidad de llevar a cabo un consumo responsable.

Las nuevas generaciones hemos sido educadas en valores de sostenibilidad, somos una generación más informada y, por ende, también somos cada vez más exigentes con las empresas que nos rodean. Muchas de ellas todavía tienen mucho por recorrer en la senda de la sostenibilidad. Las empresas deben demostrar con trazabilidad que su desempeño está ligado a indicadores que contribuyen a mejorar la sostenibilidad. Si las empresas quieren sobrevivir, deberán ser capaces de cumplir con las expectativas de los consumidores, quienes ya llevamos a cabo acciones significativas con el objetivo de adaptar nuestros hábitos de consumo hacia un modelo más sostenible.

Por tanto, es necesario apostar por la educación como factor de disrupción y cambio hacia un desarrollo sostenible. Se trata de impulsar el cambio a través de una educación en valores. 

Los jóvenes somos el motor del cambio, tenemos que luchar por conseguir los objetivos 2030, y ello únicamente será posible si participamos y conocemos de primera mano lo que ocurre en España. La Fundación Alalá en Sevilla es uno de los miles de ejemplos que tenemos en España en los que se trabaja por una educación en valores, además de en la integración de niños y jóvenes en riesgo de exclusión social.

Tenemos herramientas a nuestra disposición para alcanzar esos objetivos. Está en nuestra mano aprovecharlas y convertirnos en líderes del cambio.

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