CAPERUCITA NEGRA

Érase una vez una ovejita negra a la que nadie quería. Se llamaba Hermi y vivía con sus hermanas de lana blanca en una granja en la otra punta del mundo. Por mucho que se esforzaba en balar y balar, nadie la quería escuchar.

Lo unido que estaba el resto del rebaño era envidiable: iban juntas a todas partes, si una se movía las demás la seguían y todas las noches balaban juntas a la luz de la luna. Todas eran iguales, eran como una sola oveja. Todas menos Hermi.

Cuando Hermi se movía, nadie la seguía… Con esa lana tan oscura ni siquiera parecía una oveja, decían. Quería ser parte del rebaño pero, como era tan distinta, no querían darle la oportunidad.

Un buen día se despertaron y vieron que el granjero les había traído un nuevo miembro. Era un macho de cuerpo esbelto y cuernos curvados. Las ovejas se miraron entre ellas, ¿quién era el nuevo y por qué no tenía lana como ellas? Por lo menos era blanco, pero como no era el tipo de oveja que ellas conocían, también le dieron la espalda.

El nuevo se dio cuenta de que no era bien recibido, pero le dio igual. Venía de otro rebaño al que confiaba volver, ¿para qué intentar encajar en ese grupo de ovejas que no tenían ni idea de cómo funcionaba el universo? Sin embargo, no era como Hermi: en vez de insistir en ser aceptado, se dedicó a molestar e intentar demostrar que era mucho mejor que las demás. Causó tanto revuelo que todas se olvidaron de que Hermi era negra y se unieron todas juntas contra ese cabrón[1]. Y así el rebaño se convirtió en un circo.

La dinámica se volvió agotadora, pues algunas de ellas no estaban a favor del grupo y se pasaron al bando del nuevo. La división y el mal ambiente crecían exponencialmente y Hermi, con el rencor pasado que la poseía, puso toda la lana en el asador para unirse a la causa del cabrón discriminado.

Y llegó el momento del terror: el granjero las cogió una a una y las esquiló. Entre la vergüenza de la desnudez, sin una capa de lana que les diera confianza observaron que Hermi, sin su lana oscura, era exactamente igual que ellas y que, aparte de los cuernos, el cabrón ahora era como el resto. Al fin y al cabo, eran todas ovejas.

Como todas estaban en las mismas condiciones, se aliaron por un objetivo común: dejar que les creciese su fabulosa lana y elaborar una estrategia para no dejarse esquilar nunca más. Ese invierno nacieron muchas ovejas negras y el rebaño las acogió. Y, lo que es más, se atrevieron a hablar con los perros y las cabras para trazar un plan de huida porque, al hablar con ellos, vieron que su sueño común era saltar la valla e irse a vivir a la montaña.

Desde ese momento entendieron que da igual quién seas o de dónde vengas, que si te pones en la piel del otro puedes llegar a entenderle. Y las que no lo entendieron, se fueron a pastar.

Colorín colorado, este cuento se ha acabado.

¿Y tú? Seguro que alguna vez has tenido que tratar con gente de otras culturas, distinta a ti. ¿Les das la espalda o saltas la valla con ellos?


[1] Mamífero rumiante ovino, macho, de cuerpo esbelto, pelo fuerte y áspero, cabeza estrecha, con una barba estrecha en la mandíbula inferior, y cola corta; es muy ágil y veloz, y trepa con facilidad por terrenos escarpados; algunas especies tienen cuernos, curvados hacia atrás; es fácilmente domesticable y de él se aprovechan la carne y la piel.

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