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Cuando hablamos de desigualdad muchos pensamos que es algo que no existe entre nosotros hoy en día. Creemos que es algo que alguien se ha inventado para asustar a la sociedad y que cambie sus hábitos, y también para quedar bien. Porque seamos realistas, decir que todos debemos tomar consciencia de la desigualdad que hay en el mundo y actuar contra ella te hace quedar muy bien de cara a los demás. Pero, realmente, todos los que dicen esto ¿hacen algo por remediarlo? Esta es una de las causas que hacen que las personas no se crean que existen grandes desigualdades económicas, sociales y de otros tipos en el entorno que las rodea. O al menos no le dan la importancia que tendría que recibir. Como vemos que las pocas personas que hablan de la desigualdad no llevan a cabo acciones para reducirla, no nos lo tomamos en serio y le restamos peso a la situación.
Otra causa es la desinformación, la mayoría de las personas no saben realmente a qué nos referimos cuando hablamos de desigualdad. La desigualdad económica no es solo encontrarnos un pobre en la calle que no tiene donde dormir, como piensan muchos. La desigualdad la puedes encontrar en la casa de tu mejor amigo de la infancia o en casa de tu vecino. Cuando hablamos de desigualdad nos referimos a todas aquellas personas que no tienen las mismas oportunidades que los demás y cuyas rentas no les permite vivir de forma digna junto con su familia.
En España, como en el resto del mundo, hay muchas familias en esta situación, más de las que nos imaginamos. Además, la pandemia ha empeorado esta realidad, provocando que la brecha entre ricos y pobres sea aún mayor. Por mostrar algunos datos, en 2020 el 26,4% de la población española (12,5 millones de personas) estaba en riesgo de pobreza y/o exclusión social, volviendo a los niveles de 2017 y alejándonos de los objetivos marcados de la Agenda 2030. Con esto podemos ver que la desigualdad es un problema real que nos repercute a todos como sociedad, no únicamente a los más pobres, porque esta gran brecha frena el desarrollo y crecimiento de los países. Si todos tuviésemos las mismas oportunidades de educación, formación y empleo, entre otras cosas, podríamos incrementar el PIB de nuestro país y a la vez contribuir a un mundo más sostenible, que tanta falta hace en estos momentos.
Debemos dejar de ver esta situación como un problema ajeno a nosotros, porque a todos nos afecta de un modo u otro. Y empezar a colaborar en lo que podamos, por muy pequeña que sea la acción, para reducir la desigualdad en el mundo. Los gobiernos y las grandes empresas no son los únicos que pueden revertir esta tendencia, cada uno de nosotros debe ayudar y el mejor modo de empezar es siempre informándonos, aprovechando los diversos medios de los que disponemos hoy.