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Las partículas elementales del antitalento

Las partículas elementales del antitalento

Business | Artículo
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  • Abril 2020
  • Fecha de publicación
  • Abril 2020
  • Business
  • Artículo
Fernando Castelló Sirvent

Fernando Castelló Sirvent

Profesor en ESIC y Director de CASTELLÓ CONSULTING. Economista; consejero de empresas.

Traigo una mala noticia: por vuestro cuerpo circulan partículas tóxicas. Sí, están dentro de vosotros. Puede que aún no lo sepáis, pero corréis el riesgo de convertiros en seres tóxicos. Es duro, me consta, pero debéis afrontarlo.

Haced memoria. Todo comenzó hace años. En el trabajo visteis cosas que alteraron algunas capas primarias en vuestro interior, aunque hasta hoy no hayáis reparado en ello. Fue cosa de aquel compañero al que llamaremos Bicho-malo. En cualquier empresa lo conocen como Bicho, a secas. Es uno de esos que no escasean. La envidia de Bicho pone en evidencia su inferioridad. Se siente bien cuando os culpa a los demás; es enemigo de sus amigos y zalamero con sus jefes.

Bicho se mueve con superioridad moral, perdonando vidas con su inconfundible mirada de soslayo. No es un gran profesional. No tiene integridad. Tampoco es buena persona. Fue un estudiante mediocre al que le podían más las apariencias que las esencias.

Sí, lo sé: con cada desplante que os hace Bicho, se insulta a sí mismo. Pero Bicho sabe nadar y guardar la ropa, y está acostumbrado a esconder la ropa de los demás mientras los señala con maldad.

Recordaréis que en aquellos años hacía poco tiempo que habíais accedido al mercado laboral. Seguro que tenéis la imagen borrosa de un sueño. Todo lo relacionado con Bicho os parecía una anomalía. ¿Cómo podía alguien como Bicho llegar a tener poder en aquella empresa?

Años después, asumisteis que líder y jefe no son sinónimos y que, precisamente por eso, quizá en algunas empresas proliferan Bichos hambrientos de poder. En esos casos, estrategia y cultura de empresa no son más que breves corolarios que permiten perpetuar las redes clientelares que sostienen a los Bichos.

Volvamos a Bicho. Él (o ella) siempre tiene ansias de brillar. Apoya en la exageración de sí mismo unas endebles muletas con las que sostiene su inferioridad. Bicho se alimenta con la ilusión de sus compañeros. Bicho inspiró a Ricky Gervais y, años más tarde, a Greg Daniels.

Bicho es un mediocre motivado de los más peligrosos. Se pavonea con andares ridículos como si le debiesen favores por doquier. Tened cuidado: Bicho nunca colabora, es egoísta y se aprovecha de los demás. Es un violento verbal refinado. Solo una persona mediocre como Bicho está siempre en su mejor momento. Se muestra al acecho, condenando todo aquello que no está a su alcance.

Se podría afirmar que Bicho es una persona tóxica, comúnmente aceptada y muchas veces aplaudida, especialmente por los jefes a los que alaba más allá del mínimo decoro. Algunas empresas diseñaron e implementaron políticas anti-Bichos y su productividad mejoró exponencialmente. Como ha explicado magistralmente Aaron James, profesor de filosofía en la Universidad de California, Irvine, en Assholes: A theory, los Bichos ejercen roles diversos y adoptan formas de lo más variadas.  Un muy recomendable documental de título homónimo y firmado por John Walker subraya de forma audaz esta incómoda realidad.

Bicho se muestra desagradable con los demás, bien porque se cree con más talento, bien porque posee mayor poder, bien porque siente que la vida le debe algo. En ocasiones, podría parecer que todos le debéis algo. Bicho es un perdonavidas profesional.

Con frecuencia, Bicho se considera más inteligente que otras personas mejor preparadas de su entorno. Sufre el efecto Dunning-Kruger y habitualmente se mueve dentro de la zona A. Su sentimiento de superioridad es ilusorio y le impide reconocer su manifiesta ineptitud en uno o varios temas.

Pese a ello, Bicho es influyente, pero su poder no es capaz de generar liderazgo. Lo intenta y no le sale. Bicho es cobarde. Nunca da la cara. Urde, malmete por detrás y lo niega. Bicho es un cínico.

Quizá penséis que no os conviene contradecir a Bicho ni enfrentaros a él en público. A Bicho le irrita especialmente que le tratéis con indiferencia, mirándolo y conteniendo una risa sardónica, de esas que crepitan en el brillo de las pupilas.

Vosotros sois personas educadas. Haríais bien en explicar sin temor vuestros sentimientos tan pronto como identifiquéis comportamientos tóxicos en vuestro entorno. A menudo se considera que una persona amable es una persona débil y cobarde. Mostrarse cívico y asertivo representa un acto de valentía, particularmente cuando acechan Bichos con poder.

Si vuestro jefe se siente con derecho a ser desagradable con vosotros por su poder formal o porque se siente superior, no hablamos de un líder sino de un Bicho tóxico.

Bicho hace de menos a sus compañeros en público, les hace la pelota a sus jefes de manera ostentosa y los critica cuando no están presentes. Muchos de vosotros habéis experimentado los efectos de su hipocresía. Bicho es falso como un euro de madera.

Quizá, por eso, algo se enciende en vuestro interior cada vez que a Bicho lo respaldan sus jefes. En rigor, algo se apaga en vuestro corazón. Deberíais agradecer a los diferentes Bichos que habéis conocido en vuestra vida profesional la variedad de destinos que registra vuestro currículum, siempre en huida y salvaguarda.

Bicho yerra como nadie. Es un profesional del error. Lo hace mientras os mira de forma altiva. Muy probablemente, Bicho asume lo mal profesional y lo mala persona que es cada mañana justo cuando se mira en el espejo. Aunque es posible que haya aprendido a desviar cobardemente su mirada.

Bicho arbitra y manipula de una forma burda. Sus ínfulas no es que hagan el ridículo, sino que causan vergüenza ajena a su alrededor. Bicho sufre el síndrome de la reina de corazones. Cuando se siente ufano e impotente, grita a los cuatro vientos: «¡Que le corten la cabeza!».

Los Bichos no medran. Los Bichos se instalan en ciertas jerarquías y cooptan la dirección de algunas empresas. Si Laurence J. Peter tuviera razón, podría decirse que Bicho asciende hasta alcanzar su nivel óptimo de incompetencia. Puede que en muchas ocasiones su maldad torticera le permita incluso superar ese nivel.

Rara vez despiden a Bicho. Cuando ocurre, cunde un regocijo general que anticipa reestructuraciones jerárquicas más amplias.

Más que un elemento tóxico, Bicho representa una de las fuentes más puras de antimateria que la ciencia ha descubierto hasta nuestros días. Los característicos silencios de Bicho están repletos de ruidos toscos. La antimateria de Bicho concentra las partículas elementales del antitalento. Absorbe la energía de todos los demás. Bicho se jacta de sí mismo, aunque resulta hilarante cada vez que intenta hacerse el original.

No podéis negarlo: todos conocéis a más de un Bicho impertinente. Su estilo fagocita la ilusión y marchita el talento. Bicho es persistente, subterráneo e insidioso. En el fondo, necesita reconocimiento y ser aceptado. Bicho es un manojo de complejos.

Ojalá vuestra integridad os permita evitar los efectos de su presencia. Evaluad si sus partículas elementales persisten en vuestro interior. Debéis estar atentos para evitar su antitalento. Es posible que vuestra tolerancia os impulse a sucumbir ante la fuerza tóxica de los Bichos.

El sistema de poder de las empresas apunta y el antitalento de Bicho dispara. Si en algún momento os sentís en peligro, si notáis sus partículas tóxicas, actuad rápido. Afrontad vuestras esencias primarias. Jamás renunciéis a ellas.

Si después de intentarlo todo no os queda otra opción, huid en busca de nuevos destinos profesionales sin volver nunca la vista atrás.

Ya lo dijo Goethe: «Nada hay más terrible que una ignorancia activa».

  • Fecha de publicación
  • Abril 2020
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