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Ética periodística  

para una información  

con perspectiva de 

género

Journalistic Ethics  

for Information with a 

Gender Perspective

aD

Research

 ESIC

Nº 22 Vol 22 · Monográfico especial, marzo 2020 · págs. 82 a 97

Rivas-de-Roca, R. (2020) 
Ética periodística para una información con  
perspectiva de género
Revista Internacional de Investigación en Comunicación 
aDResearch ESIC. Nº 22 Vol 22 
Monográfico especial, marzo 2020 · Págs. 82 a 97 
https://doi.org/10.7263/adresic-022-04

Rubén Rivas-de-Roca 
Doctorando en Comunicación  
Investigador y profesor PIF de la Universidad  
de Sevilla 
rrivasderoca@us.es


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Tema principal: El objetivo de este trabajo es la reflexión teórica sobre el valor que una nueva 
ética periodística puede jugar en el desarrollo de una información con perspectiva de género. 
La investigación aborda la función de los medios en la construcción social del género, a partir 
de la asimilación del paradigma de la responsabilidad social.
Desarrollo lógico del tema: La preocupación por el tratamiento informativo de estas cues-
tiones ha aumentado exponencialmente en los últimos años, de forma paralela al mayor gra-
do de concienciación acerca de la relación entre hombres y mujeres. Tradicionalmente, las 
representaciones mediáticas del género habían contribuido al reforzamiento de arquetipos 
estereotipados. Frente a ello, las organizaciones periodísticas deben modificar su enfoque, 
aplicando una perspectiva de género. Esta responsabilidad en sentido amplio es en la que 
se basa nuestro estudio.
Punto de vista y aportaciones del autor: La principal aportación es la ampliación y catego-
rización del concepto de ética periodística como central en la construcción de información 
con perspectiva de género. Esta ética comprende todas las fases del proceso de producción 
informativa, por lo que se articula como mecanismo para que los medios combatan los roles 
de género sexistas en su totalidad.
Repercusiones y conclusiones: Este artículo posee una repercusión sobre la representación so-
cial del género, derivada del desarrollo de una perspectiva periodística que contribuya a poner fin 
a arquetipos machistas. Además, nuestro planteamiento supone una enmienda a los principales 
códigos deontológicos de aplicación en España, desfasados en materia de igualdad de género. 
En cambio, algunos consejos audiovisuales autonómicos sí se encuentran en consonancia con 
la dimensión ética aquí expuesta. El periodismo, en tanto que profesión social, tiene que estar 
abierto a estas propuestas que, a su vez, contribuirían a satisfacer las necesidades informativas de 
las mujeres, habitualmente olvidadas por el carácter masculinizado de las empresas mediáticas. 

Main topic / subject: The objective of this work is to carry out a theoretical reflection on new 
communicative strategies, focused on journalistic ethics. This ethics would be useful for the 
setting-up of a journalism with gender perspective. The research addresses the role of the 
media in the social construction of gender, based on the social responsibility paradigm. 
Logical development of the subject: In recent years, the concern for the informative 
treatment of these issues has increased exponentially, at the same time that a greater degree 
of awareness about the relationship between men and women has taken place. Traditionally, 
media representations of gender had contributed to the reinforcement of stereotyped 
archetypes. Against this, journalistic organizations must modify their approach, using a gender 
perspective. This responsibility in a broad sense is what our study is based on.
Author’s point of view and contributions: Our main contribution is a new assessment of the 
concept of journalistic ethics, which becomes central to news with gender perspective. This ethics 
includes all phases of the information production process. Therefore, it is put forward as a tool for the 
media to fight sexist gender roles as a whole.
Implications and conclusions: The conclusions have impacts on the social representation of 
gender, triggered by the development of a journalistic perspective that helps to ending macho 
archetypes. In addition, our approach involves an amendment to the main ethical codes 
applied in Spain, outdated in gender equality. On the other hand, some regional audiovisual 
councils are aligned with our ethical dimension. Journalism, as a social profession, has to be 
open to these proposals that would contribute to meeting the informational needs of women, 
usually forgotten by the masculinized nature of media companies.

ABSTRACT

RESUMEN

JEL Classification:  
D83, J16, L86  
Key words:
Ethics of  
communication, 
mass media, 
deontological ethics, 
gender studies,  
woman

Clasificación JEL: 
D83, J16, L86  
Palabras clave:
 
Ética periodística, 
medios de  
comunicación,  
códigos  
deontológicos,  
estudios de género, 
mujer

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1. Introducción

En los últimos años ha aumentado la preocupa-
ción por el tratamiento informativo que los me-
dios de comunicación brindan a las cuestiones de 
género, de la mano de una mayor concienciación 
social sobre la desigualdad entre hombres y muje-
res (Giménez Armentia y Berganza, 2009). Existe 
un consenso académico sobre el papel performa-
tivo de los medios de comunicación (Saperas, 
1985; McQuail, 1994), en tanto en cuanto pro-
vocan efectos cognitivos sobre sus receptores. Los 
medios construyen la realidad mediada, relevante 
porque supone la representación pública de la 
actividad humana.

La representación mediática de las mujeres 

ha sido tradicionalmente sexista (Gallego Ayala, 
2007; Menéndez Menéndez, 2007). Por ello, 
este artículo pretende reflexionar sobre la fun-
ción que la ética periodística podría desempe-
ñar en el desarrollo de una mirada de género, 
consciente de la desigualdad histórica entre los 
dos sexos. El objetivo es proporcionar una pa-
norámica de la relación entre género y medios 
de comunicación, y en particular sobre cómo 
la ética puede contribuir a generar una infor-
mación en igualdad.

Partimos de la premisa de que la igualdad entre 

hombres y mujeres requiere trascender informati-
vamente la cobertura de temas de género, como las 
violencias machistas o la brecha salarial. Se antoja 
necesario construir una mirada de género que apli-
que esta perspectiva a todos los temas (Loscertales 
y Núñez, 2008). Si bien la difusión de estereotipos 
machistas en los medios es mucho menor que en 
el pasado, esto no ha impedido la pervivencia de 
férreas barreras de género en el mundo informa-
tivo (De Vuyst y Raeymaeckers, 2019).

Teniendo en cuenta lo anterior, se hace nece-

sario emplear una perspectiva de género amplia 
para la ética periodística, que se centre también 

en parámetros como las redacciones, las empre-
sas periodísticas o los índices de lectura (Caro-
González García-Gordillo y Bezunartea-Valencia, 
2014). La misión de esta investigación pasa por 
efectuar una revisión de la relación entre medios 
informativos y género, analizando las distintas 
herramientas profesionales al respecto, como los 
códigos deontológicos o la propia organización de 
las empresas mediáticas. Con ello buscamos cate-
gorizar una nueva dimensión de ética periodística 
que contribuya a un periodismo más responsable 
en la gestión de las cuestiones de género.

2. Género y medios de comunicación

Los medios de comunicación construyen social-
mente la realidad, moldeando nuestra compren-
sión del mundo. En este sentido, la teoría del 
framing explica cómo la selección mediática de un 
determinado encuadre influye en la percepción 
del público sobre los hechos (Giménez Armentia 
y Berganza, 2009). Los estudios de género son 
muy críticos con el papel ejercido por el con-
junto de medios de comunicación social en la 
representación de hombres y mujeres (Gallego 
Ayala, 2007; Mellor, 2012), considerando que 
han contribuido históricamente al mantenimiento 
de roles sexistas.

En primer lugar, debemos acotar científica-

mente la dimensión del término «género». El gé-
nero es un constructo social, que alude a los roles 
asignados en función del sexo (Puleo, 2007). His-
tóricamente, era habitual sostener que hombres y 
mujeres tenían predeterminadas unas funciones 
sociales según su sexo. En cambio, hoy en día 
decae esta concepción biológica frente a la cons-
tructivista, que valora al género «como una elec-
ción personal entre otras posibilidades del individuo
» 
(Puleo, 2007, p. 13). Esta teoría del género pro-
cede de la reflexividad propia de la modernidad 
(Giddens, 1990), planteando las masculinidades 


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y feminidades como elaboraciones culturales de 
los roles de hombres y mujeres en la sociedad.

La moderna teoría del género ha alterado la 

percepción de la realidad, generando actitudes 
críticas con respecto a los roles tradicionales. El 
estatus de género no solo afecta a la situación in-
dividual de los ciudadanos, sino también a nume-
rosas variables socioculturales que determinan las 
prácticas cotidianas de la sociedad. Las relaciones 
sociales en desigualdad entre hombres y mujeres 
propician la aparición en las décadas de 1960 y 
1970 del concepto político de género, que inicia 
una batalla institucional por acabar con los límites 
impuestos por la desigualdad (Friesem, 2016).

Los medios de comunicación social son ac-

tores privilegiados para el mantenimiento o el 
cambio social de los roles de género (Waterhouse-
Watson, 2016). Tradicionalmente, los medios, y 
en particular los no informativos vinculados al 
entretenimiento, han jugado un papel decisivo 
en la producción de los estereotipos sexistas, que 
hacen prevalecer la figura del hombre sobre la de 
la mujer. Dos casos llamativos son el cine (Arranz, 
2010) y la publicidad (Yrache Jiménez, 2007). 
En ambos, la ideología machista ha calado más 
que en los actores informativos, debido a que el 
producto mediático se presenta como vehículo 
neutro de significado (Aparici y Barbas, 2010), 
diluyendo su componente ideológico.

Repasando las imágenes mediáticas asociadas 

al género, Gauntlett (2008) recoge la tendencia a 
mostrar a los hombres como asertivos, mientras que 
las mujeres desempeñan un rol pasivo. El primer 
estudio sistemático sobre la relación entre mujeres 
y medios de comunicación fue llevado a cabo por la 
norteamericana Gaye Tuchman (1978), obteniendo 
como resultado la aniquilación simbólica del sexo 
femenino en los medios, apareciendo infrarrepre-
sentado. Su bajo peso se plasma en la menor pre-
sencia cuantitativa de las mujeres en los productos 

mediáticos. Además, en el plano cualitativo se las 
muestra como seres inferiores que no cuentan para 
los asuntos importantes. 

Aunque es cierto que la situación ha cambiado 

en las tres últimas décadas, con la difusión de 
arquetipos más igualitarios, permanece un cier-
to legado sexista (Lauzen, Dozier y Nora Horan, 
2008). La mujer es representada como más in-
dependiente, acorde a su nueva posición social, 
pero sigue teniendo menos voz en las cuestiones 
de relevancia, como la política (Thumin, 2004). 
Existe asimismo un peligro de apropiación cul-
tural del feminismo, puesto que los derechos de 
los grupos marginalizados, como las mujeres, se 
han convertido en parte de la cultura popular 
(Gauntlett, 2008).

En cualquier caso, parece claro que desde los 

90 se incrementan los roles igualitarios y no es-
tereotipados, tanto en los productos mediáticos 
factuales como en los de ficción. La pregunta es si 
esto implica necesariamente una mejor represen-
tación. Los roles de género transmitidos por los 
medios resultan más complejos que nunca antes, 
si bien perviven ciertos estereotipos difundidos 
ahora de manera difusa, fruto de rutinas profe-
sionales muchas veces imperceptibles (Gauntlett, 
2008). Esto obliga a aplicar una perspectiva de 
género a todas las fases de producción mediada, 
siendo necesaria una alfabetización de los actores 
involucrados de la cual la industria todavía no ha 
adquirido conciencia (Friesem, 2016).

2.1. Los medios de comunicación 
informativos
En la esfera estrictamente informativa, los me-
dios constituyen fuente nutricia del imaginario 
colectivo de género (O’Brien, 2018). El lenguaje 
es una construcción social, que revela las cate-
gorías simbólicas utilizadas por la sociedad. La 
información emplea una modalidad singular del 


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lenguaje, el llamado lenguaje periodístico, que 
establece una distribución de lo que existe (Ga-
llego Ayala, 2007). 

Mediante esa organización de la realidad, los 

medios sancionan lo que está permitido social-
mente y lo que no, efectuando una representa-
ción pública de las actividades humanas (Saperas, 
1985). El lenguaje para representar el género ha 
sido tradicionalmente asimétrico. Las mujeres 
aparecen en el discurso público como objeto ob-
servado, mientras que los hombres se presentan 
como agente activo (Gallego Ayala, 2007). Al igual 
que en los productos no factuales, tanto la canti-
dad como la calidad de las alusiones por género 
denotan asimetría.

Los medios, en tanto que instituciones socia-

les, gestionan poder (Scheufele, 2000; Scheafer, 
2001). La prensa escrita ha sido considerada 
tradicionalmente como referencia para el resto 
de medios de comunicación, que se dedicaban a 
replicar sus contenidos. En los periódicos resul-
ta más notable la construcción de un nosotros 
(hombres) frente a un ellas, independientemente 
del lector (Gallego Ayala, 2007). Por tanto, la re-
producción social de la desigualdad entre hom-
bres y mujeres cuenta con un aliado en los medios 
de comunicación, que actúan como subsistema 
de producción simbólica que alimenta la domi-
nación masculina (Callejo, 2000).

Si bien académicamente las Ciencias de la 

Información suponen una de las áreas más fe-
minizadas, las redacciones mantienen rutinas 
de funcionamiento machistas que dificultan la 
consecución de una igualdad real (De Vuyst y 
Raeymaeckers, 2019). De hecho, conceptos como 
feminismo generan un cierto rechazo en este ám-
bito, evidenciando su desconocimiento sobre las 
cuestiones de género (North, 2009). Las razones 
para esta situación pueden hallarse en el carácter 
históricamente masculino de la profesión, con 

horarios que aún hoy en día hacen imposible la 
conciliación, así como en el hecho de que sean 
varones los que copan los puestos de decisión.

En un estudio diacrónico del análisis infor-

mativo del issue «women», Gómez Patiño (2014) 
aprecia que el tratamiento de las cuestiones femi-
nistas en los principales periódicos españoles es 
puramente circunstancial, vinculado a efemérides 
como la celebración del Día Internacional de la 
Mujer el 8 de marzo. Además, la agenda política 
posee influencia sobre la periodística, de tal forma 
que el planteamiento informativo varía según el 
gobierno de turno, a la vez que en función de la 
adscripción ideológica de diario. El issue «women» 
se revela como un tema débil, fluctuante según 
la circunstancia.

Por otro lado, un asunto de género controverti-

do para los medios informativos es la cobertura de 
las violencias machistas. La representación de la 
violencia contra las mujeres no es solo importan-
te por la capacidad performativa de los medios, 
que moldean nuestra capacidad de entender el 
mundo, sino también porque afecta a los estilos 
de vida. Las noticias advierten a las mujeres sobre 
acciones inseguras, influyendo en sus pequeñas 
decisiones cotidianas como la vestimenta o la hora 
de regreso a casa (Zurbano-Berenguer y García-
Gordillo, 2017). Los medios dan cuenta de cómo 
la sociedad interpreta los actos de violencia ma-
chista, delimitando lo que es aceptable. Históri-
camente, esta construcción simbólica ha tenido 
un fuerte componente machista, propiciando un 
sentimiento de culpa en las mujeres objeto de 
agresiones, fruto de ideas latentes en los mensajes 
mediáticos (Vallejo, 2005).

La dimensión social de las noticias sobre vio-

lencia contra las mujeres es mayor que en otras 
cuestiones de género, ya que estas cuestiones 
aluden a un grupo de máxima vulnerabilidad. 
La ética periodística exige en estos casos de una 


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especial diligencia y sensibilidad a la hora de in-
formar. Una mala praxis generará aún más dolor a 
un colectivo que atraviesa una situación especial-
mente difícil (Pérez Fuentes, 2004). Por ello, se 
reclama que la información de este tipo se ampare 
en las tesis de teoría de la responsabilidad social 
de los medios (Fernández y Noblejas, 2011), que 
hunde sus raíces en la tradición norteamericana 
(Siebert, Peterson y Schramm, 1956).

3. Hacia un periodismo con 

perspectiva de género

3.1 Empresas periodísticas «feministas»
Hasta ahora se ha reflexionado en torno a la di-
mensión simbólica de los medios en la construc-
ción de los roles de género, planteando un cam-
bio en las actuaciones de los mismos en pro de 
una sociedad igualitaria. En este sentido, resulta 
necesario definir qué significa que los medios 
empleen la perspectiva de género anteriormente 
citada. Recogemos para ello la propuesta teórica 
de Menéndez Menéndez, que sostiene que «la 
perspectiva de género es un modelo de interpretación 
de la realidad que permite reconocer la desigualdad 
histórica que soportan las mujeres y visibilizar las 
aportaciones de estas a la sociedad
» (2007, p. 155).

En el ámbito del periodismo, la perspectiva de 

género implica desarrollar una información que 
reconozca la existencia de estereotipos y visibilice 
a las mujeres, tratando de construir mediática-
mente una sociedad no sexista. La solución para 
ello pasaría por cambiar la representación que 
los medios hacen de las mujeres y aumentar los 
canales de participación para ellas y su presencia 
en puestos con capacidad de decisión, a lo que 
se uniría la elaboración de discursos informativos 
que fomenten la eliminación del sexismo en la 
sociedad (Menéndez Menéndez, 2007).

Medidas como la intervención sobre la compo-

sición de los puestos de mando evidencian que la 

perspectiva de género actual trasciende del mero 
tratamiento informativo, abarcando también otras 
cuestiones como la dinámica de la redacción o 
la naturaleza de la empresa informativa (Callejo, 
2000; Caro-González, 2011). Se trata, por tanto, 
de una responsabilidad social en sentido amplio, 
cuyo éxito radicaría en ir dirigida a las distin-
tas fases de producción del producto mediático 
(Arranz, 2010).

En el contexto de esta perspectiva de género, 

podríamos acuñar el término de empresas perio-
dísticas «feministas» para referir a aquellos medios 
que funcionan de acuerdo a una lógica igualitaria 
en la relación entre hombres y mujeres. Esto supo-
ne aplicar la perspectiva de género a las empresas 
informativas, algo necesario dado que existen es-
tudios que señalan que los medios con mayores 
audiencias femeninas son aquellos que cuentan 
con una mayor presencia de mujeres en su equi-
po directivo y en su redacción (Caro-González, 
García-Gordillo y Bezunartea-Valencia, 2014).

La investigación realizada por Caro-González, 

García-Gordillo y Bezunartea-Valencia (2014) 
muestra una correlación entre la presencia feme-
nina en la cúpula directiva de los medios y el 
número de lectoras. La vinculación con el género 
es total en todas las fases del proceso produc-
tivo: los periódicos con más mujeres directivas 
cuentan con más mujeres periodistas, que a su 
vez recurren a fuentes femeninas y alcanzan a un 
mayor volumen de lectoras. Estos datos resultan 
de interés, puesto que la mujer ha tenido siempre 
una escasa relación con la prensa escrita, lo que 
encontraría aquí una explicación.

El número de mujeres lectoras de prensa se 

mantiene inferior al de hombres en España. De 
acuerdo a los datos de la encuesta de Hábitos de 
Lectura, en 2017 el 82 % de los hombres leía 
una vez al trimestre prensa, ya sea en formato 
digital o en papel, frente al 67 % de las mujeres. 


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Sin embargo, la cifra de mujeres estudiantes en 
las facultades de Periodismo lleva siendo mucho 
más elevada que la presencia de hombres desde 
la década de 1990 (Callejo, 2000). Este peso aca-
démico tampoco tiene una correspondencia en 
las más altas esferas de la actividad profesional, 
donde la presencia de mujeres era anecdótica 
hasta principios del siglo XXI. 

Es cierto que ha habido grandes cambios 

en este sentido en las décadas recientes. Des-
de 2002, el porcentaje de mujeres directivas en 
periódicos de información general y televisio-
nes, públicas y privadas, se ha incrementado 
exponencialmente. Se ha pasado de la ausencia 
total a lograr una presencia de mujeres supe-
rior al 20 % en España (APM, 2018). Para ello 
ha sido fundamental la mayor concienciación 
social, acompañada de la Ley Orgánica 3/2007, 
de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de 
mujeres y hombres, que promovió la igualdad 
en los ámbitos directivos.

Sin embargo, la mejora conseguida se revela 

insuficiente: la disparidad del número de lectoras 
y directivas con respecto a sus homólogos mas-
culinos evidencian un problema de desigualdad 
de género. Esta escasa presencia provoca que la 
visión del más del 50 % de la población se en-
cuentre informativamente ausente, una simplifi-
cación de la realidad que atenta contra los valores 
democráticos. Una mayor representación de las 
mujeres en estas empresas provocaría un cambio 
de la agenda mediática, incorporando cuestiones 
femeninas hasta ahora olvidadas que, además, 
contribuirían a desterrar estereotipos sexistas 
(Loscertales y Núñez, 2008).

Por tanto, los medios deben ofrecer contenidos 

que satisfagan las necesidades informativas de las 
mujeres. Los valores femeninos se suelen asociar 
a la empatía y al pragmatismo (Bezunartea-Va-
lencia, García-Gordillo y Rodríguez Rey, 2012), 

aspectos olvidados en los diarios en pro de una 
imagen competitiva de la sociedad. Asimismo, en 
los medios el hombre aparece vinculado con el 
rol de autoridad. Todo esto provoca que sea difícil 
para las mujeres sentirse partícipes de la percep-
ción del mundo representada por los medios de 
comunicación (Armstrong, 2004).

Existen otras barreras que merman el acceso 

de la mujer a puestos de relevancia en la empresa 
periodística. La excesiva preocupación organi-
zativa, fruto de una visión economicista de los 
medios, limita la puesta en marcha de cambios en 
las rutinas profesionales que favorezcan a las mu-
jeres (Caro-González, 2011). Esto entronca con 
el hecho de que el periodismo sea una profesión 
fuertemente mitificada. Uno de los principales 
mitos pasa por el individualismo: el periodista 
es considerado un profesional liberal, que está 
por encima de la realidad, colabora poco con 
sus compañeros y no admite injerencias exter-
nas (Callejo, 2010). Esta visión de la profesión 
deja la introducción de cambios a expensas de 
la arbitrariedad, lo que obstaculiza un nuevo rol 
de las mujeres.

El gran incremento del número de periodis-

tas mujeres en los últimos años ha generado en 
algunos académicos un alto nivel de optimismo, 
apuntando incluso a la pronta desaparición de 
los estereotipos sexistas en el ámbito informativo 
(Byerly, 2013). Sin embargo, estudios recientes, 
como el efectuado por De Vuyst y Raeymaeckers 
(2019) relativo a los principales periódicos bel-
gas, reflejan la existencia de barreras consolidadas 
para la igualdad de género, con solo un 30 % de 
presencia femenina. Como se había anticipado, 
la escasa flexibilidad de las redacciones para la 
conciliación familiar -las mujeres aún sostienen 
la mayor parte de la carga en el hogar-, unida 
ahora a la vida errante de los cada vez más ha-
bituales freelances o el uso continuo de nuevas 


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tecnologías, que presentan un déficit por sexo 
favorable a los hombres, coartan el desarrollo de 
una igualdad real.

Según datos del Global Media Monitoring Pro-

ject, entre 2005 y 2015 la cifra de mujeres se situó 
en el 37 % sobre el total de periodistas registrados 
a nivel mundial (GMMP, 2015). En cambio, este 
porcentaje se reduce a medida que se avanza en 
la escala laboral. Las mujeres solo representan el 
28 % en puestos intermedios y no alcanzan el 
16  % en cargos directivos (GMMP, 2015), eviden-
ciando la existencia de un techo de cristal. Esta 
brecha es también generacional, puesto que hay 
estudios que señalan que el número de mujeres 
es menor en franjas de edad elevadas (De Vuyst 
y Raeymaeckers, 2019).

3.2 Códigos deontológicos en el 
tratamiento informativo de las mujeres
La actividad periodística se enfrenta a enormes 
dificultades para su regulación, debido a las ca-
racterísticas intrínsecas de la profesión. El dere-
cho de la información está recogido en el mundo 
occidental como un precepto abierto; todo lo que 
suponga establecer normas punitivas se vincula 
con la censura propia de las dictaduras (Aznar 
Gómez, 2005). En consecuencia, solo se produce 
autorregulación a través de códigos deontológi-
cos, lo que explica el escaso éxito de los colegios 
de periodistas.

Salvo excepciones en países como Reino Uni-

do, las normas deontológicas tienen un papel 
puramente referencial, mucho menor que el que 
se observa en otras profesiones. Por ello, depende 
de cada medio la aplicación de estos mínimos 
estándares, que en ningún caso ponen en cues-
tión aspectos como la propiedad o la estructura 
interna de la empresa informativa. La inspiración 
moral de estos códigos procede de la ética perio-
dística, un ideal kantiano referido al buen hacer 

de la actividad informativa para la mejora de la 
sociedad (Pérez Fuentes, 2004). 

Esta porosidad regulatoria lleva a que sea difícil 

calibrar la actividad de los medios. Los colegios 
de periodistas han tenido escasa implantación, 
dada la imposibilidad de fijar requisitos de titu-
lación mínimos para acceder a una profesión de 
carácter abierto. En el caso de España, la figura de 
mayor éxito son las asociaciones de periodistas, 
unas organizaciones profesionales que velan por 
los intereses de sus representados y establecen 
normas de autocontrol deontológico. 

En virtud de lo anterior, este trabajo efectúa 

un repaso de las referencias a la igualdad de géne-
ro en los principales códigos deontológicos que 
tienen aplicación en España, incluyendo también 
los libros de estilo de los principales diarios de 
nuestro país. Estos libros suponen un mecanismo 
de autorregulación clásico de los periódicos que 
comprende desde la dimensión ética al estilo de 
redacción. Desde un punto de vista universal, los 
Principios Internacionales de Ética Profesional 
del Periodismo, aprobados por la UNESCO en 
1983, no aluden directamente a la cuestión de 
género. Sí que recogen propuestas abiertas en 
las que se podría enmarcar esta temática, como 
el Principio III de «responsabilidad social del 
periodista» y el Principio X de «promoción de 
un nuevo orden mundial de la información y la 
comunicación».

La responsabilidad social del periodista, en 

consonancia con la teoría del mismo nombre, se 
vincula a la percepción de la información como 
un bien social, no como un producto. Esto signi-
fica que el periodista ejerce una responsabilidad 
sobre la información transmitida, debiendo ser 
consciente de sus implicaciones y de la repro-
ducción de los estereotipos sexistas. Además, 
la mención a un nuevo orden mundial de la in-
formación incorpora la variante de generar un 


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sistema informativo a nivel global que fomente 
la democratización y el bienestar, a partir de la 
inclusión de los grupos marginalizados. Aunque 
esta propuesta, formulada por Sean MacBride en 
1980, se refiere a un nuevo tipo de relaciones 
internacionales, esto solo sería posible con la par-
ticipación del colectivo más discriminado de la 
historia: las mujeres.

En cualquier caso, en el texto de la UNESCO 

no aparece ninguna alusión directa a la desigual-
dad de género. En cambio, a escala europea el 
Código Deontológico Europeo de la Profesión 
Periodística del Consejo de Europa sí contiene re-
ferencias al respecto. En el artículo 33, localizado 
en el apartado «Situaciones de conflicto y casos 
de protección especial», se comenta brevemente 
que los medios de comunicación tienen la obli-
gación moral de rechazar «toda discriminación por 
razón de cultura, sexo o religión
». Por su parte, en 
las recomendaciones al Comité de Ministros del 
Consejo de Europa la igualdad de género apa-
rece de forma más clara, citada en relación a los 
medios públicos.

Según ese documento, los medios de comu-

nicación públicos deben promover la igualdad 
de género en sus informaciones. Se trata de un 
avance frente al texto de la UNESCO, que carece 
de referencias al género. Sin embargo, la acción 
propuesta por el Consejo de Europa se restringe 
únicamente a los medios de naturaleza públi-
ca, obviando el gran mercado de información 
privada. Hay que tener en cuenta que el código 
europeo data de 1993, fecha en la que todavía se 
consideraba una intromisión plantear desde las 
esferas públicas preceptos deontológicos para los 
organismos privados dedicados al periodismo.

En España, la FAPE (Federación de Asociacio-

nes de Periodistas de España), la mayor organiza-
ción de periodistas de nuestro país que aglutina 
a las distintas asociaciones provinciales, consagra 

en el Principio 7 de su Código Deontológico que 
«el periodista extremará su celo profesional en el res-
peto a los derechos de los más débiles y los discrimina-
dos. Por ello, debe mantener una especial sensibilidad 
en los casos de informaciones u opiniones de contenido 
eventualmente discriminatorio
». La recomendación 
se completa señalando que el periodista debe abs-
tenerse de realizar comentarios despectivos en 
relación a la raza, color, religión, origen social o 
sexo de la persona.

Si bien el código de la FAPE cita la necesidad 

de no emplear el sexo de una persona con fines 
discriminatorios, incluyendo este caso en los de 
especial protección, su referencia al género es 
totalmente accesoria y unida a otras categorías 
sociales. El documento de esta organización data 
de 1993, pero fue actualizado en 2017, lo que 
hace más llamativa la falta de alusión a la igual-
dad de género como tal. Es en los códigos de los 
consejos audiovisuales -organismos autonómicos 
autorreguladores del mercado audiovisual- don-
de la función social de los medios en aras de la 
igualdad real queda más manifiesta. 

Un ejemplo de lo anterior es el Código deonto-

lógico de los miembros del Consejo Audiovisual 
de Andalucía. En el apartado «Principios básicos» 
ya se hace mención a la necesidad de combatir 
la desigualdad de género, mientras que en los 
«Principios éticos» se desarrolla cómo ha de 
acontecer su actuación: «(los miembros del Consejo 
Audiovisual de Andalucía) velarán, en el ámbito de 
sus competencias, por promover la efectiva igualdad 
entre hombres y mujeres, y trabajarán para remover 
los obstáculos que puedan dificultarla
».

También resultan de interés los conocidos 

como libros de estilo, manuales de redacción 
periodística habituales en los diarios españoles 
que dan cuenta asimismo de cuestiones éticas a 
valorar en la elaboración de la información. Un 
breve análisis de los libros de estilo de los dos 


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periódicos generalistas más leídos en nuestro país 
-El País El Mundo- muestra una inexistencia total 
de preceptos sobre igualdad de género, machismo 
o estereotipos sexistas. La perspectiva de género 
se halla completamente ausente de estos docu-
mentos, al menos de modo visible. Ni siquiera se 
indica el empleo de términos genéricos o el uso 
de masculino aplicado indistintamente en género 
masculino y femenino, como es habitual en orga-
nismos públicos y privados comprometidos con 
la igualdad de género.

En conclusión, el panorama de códigos deon-

tológicos a tres niveles -internacional, europeo 
y nacional- que rige en nuestro país no parece 
proclive a valorar los temas de género como una 
cuestión objeto de la ética periodística. Las men-
ciones son mayores cuanto más se acerca el ám-
bito del código a la proximidad geográfica, pero 
en ningún caso se formula el género como un 
problema en sí mismo. A este respecto debemos 
tener en cuenta la antigüedad de los códigos, que 
fueron elaborados en los años 80 y 90. Las actua-
lizaciones realizadas en ellos, como la efectuada 
sobre el Código Deontológico de la FAPE, no han 
paliado este déficit, algo que se repite en los libros 
de estilo de los dos periódicos generalistas más 
leídos.

Frente a la falta de conciencia sobre género 

evidenciada por los principales códigos deontoló-
gicos y libros de estilo, los consejos audiovisuales 
autonómicos desarrollan códigos que promue-
ven la igualdad efectiva de hombres y mujeres 
desde la acción de los medios de comunicación. 
Así sucede tanto con el Consell de l’Audiovisual 
de Catalunya (CAC), creado en 1997, como con 
el Consejo Audiovisual de Andalucía, que data 
de 2005. Por tanto, formalmente los consejos 
audiovisuales constituyen una excepción en la 
preocupación deontológica sobre la influencia 
de los medios en los roles de género. 

4. La ética periodística como 

propuesta profesional

Los códigos deontológicos se han demostrado 
insuficientes, pero la mera existencia de estos pre-
ceptos autorreguladores sugiere la vigencia del 
concepto de responsabilidad social en nuestras 
democracias (Norris, 2000; Mazzoleni, 2017), 
central para promover un periodismo con pers-
pectiva de género. La responsabilidad social im-
plica que tanto el profesional de la información 
como el medio de comunicación actuarán en 
todas las circunstancias en conformidad con su 
propia conciencia ética, tal y como recogen los 
Principios Internacionales de Ética Profesional 
del Periodismo de la UNESCO.

En lo referente al tratamiento informativo, 

son muchas las noticias que tienen como tema 
principal la violencia contra las mujeres, en sus 
distintas variantes de maltrato físico, sexual o trata 
de blancas (Berganza, 2003). Como aspecto po-
sitivo cabe destacar el abandono de expresiones 
como «crimen pasional» o «violencia doméstica», 
recurriéndose ahora a terminologías que permiten 
enfocar esta realidad como un problema social 
(Martín, Armentia-Vizuete y Caminos, 2012). Se 
superponen en el discurso periodístico concep-
tos como «violencia machista» o «de género», 
favoreciendo una identificación conceptual con 
la gravedad del problema.

El empleo de un lenguaje libre de sexismos 

resulta fundamental para la construcción de un 
periodismo con perspectiva de género, algo que 
también ha sido estudiado en América Latina 
(Chaher y Santoro, 2007). En este sentido, en 
los últimos tiempos está adquiriendo notoriedad 
en los medios el término «violencias machistas», 
que engloba todas las acciones forzosas dirigidas a 
las mujeres, desde las agresiones sexuales a la trata 
de blancas. La fórmula «violencias machistas» 
constituye una buena práctica a imitar, en tanto 


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en cuanto contribuye a comprender el carácter 
estructural de la violencia hacia las mujeres. Lo 
importante no es el efecto inmediato de la infor-
mación, sino la capacidad a largo de plazo de 
influir sobre el conocimiento y la sensibilidad 
con esta materia (Carballido, 2009).

Como hemos visto, la ciudadanía basa su co-

nocimiento sobre cuestiones de género, como 
las violencias machistas, en la información pro-
porcionada por los medios de comunicación. Su 
capacidad de influencia radica en dos elementos: 
el grado de conocimiento social de la desigualdad 
de género y la conceptualización de este problema 
a través de la conformación de los imaginarios 
colectivos (Israel Garzón, 2006). Estas dos áreas 
suponen espacios de actuación para una ética 
periodística contraria al machismo.

En el tratamiento de la información acerca de 

cuestiones de género sería interesante emplear la 
llamada «ponderación de bienes», un mecanismo 
profesional de autorregulación que consta de tres 
elementos: 1) veracidad y relevancia pública de la 
información; 2) «principio de proporcionalidad» 
de lo publicado, es decir, si lo dado a conocer era 
necesario y se ha hecho público intentando vul-
nerar lo menos posible los derechos de los grupos 
sensibles, en este caso las mujeres; 3) doctrina del 
reportaje neutral, que consiste en dejar espacio 
periodístico para opiniones contrapuestas, siem-
pre y cuando no atenten contra los derechos de 
las mujeres (Rodríguez Gómez, 2014). 

En España, el artículo 20. 1) de la Constitu-

ción, que recoge el derecho a la información, 
suele entrar en confrontación con el artículo 18, 
dedicado a la protección al honor, la intimidad 
y la propia imagen. A lo largo de su historia, el 
Tribunal Constitucional ha concedido «prevalen-
cia al artículo 20.1 d) sobre el artículo 18.1
», en lo 
que es una muestra de que pocas intromisiones 
en la intimidad amparan la suspensión de la liber-

tad de información (Rodríguez Gómez, 2014, p. 
1212). No obstante, el interés público no puede 
ser óbice para difundir noticias que promuevan 
la desinformación sobre los temas de género. En 
este caso, resulta aún más pertinente aplicar el 
«principio de proporcionalidad», tratando siem-
pre de fomentar el desarrollo de una ciudadanía 
consciente acerca de un problema que atenta 
contra los valores básicos de igualdad.

Más allá de la información publicada, la com-

plejidad de las cuestiones de género, y en parti-
cular de las violencias machistas, requiere de una 
interpretación periodística que tenga en cuenta la 
interrelación de sus múltiples dimensiones (Lagu-
na, 2009). Su intrincada naturaleza exige además 
una acción conjunta de los responsables políticos, 
académicos y sociales, encaminada como objetivo 
final hacia la erradicación de la desigualdad de 
género. La primera medida mediática pasa por 
realizar análisis multidisciplinares del problema, 
que construyan un rechazo social a la desigualdad 
de tipo multinivel, tanto en el ámbito externo 
como interno del medio.

La literatura ha demostrado la vigencia de 

factores estructurales que mantienen los roles 
de género en el ámbito periodístico. El qué 
-la mujer como objeto informativo- condicio-
na inexorablemente el cómo (García-Gordillo, 
2011; Friesem, 2016), dado que se sigue una 
lógica androcéntrica en la información, aún 
más acentuada en otros productos mediáticos 
como la publicidad o las revistas. Frente a es-
ta situación, abogamos por la configuración de 
una ética periodística amplia, que fomente la 
incorporación de las mujeres en los puestos de 
mayor responsabilidad informativa, así como la 
agregación al periodismo de valores asociados 
tradicionalmente a las feminidades. El oficio 
adolece de estar excesivamente masculinizado 
en sus dinámicas profesionales.


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Algunas de las recomendaciones para estas or-

ganizaciones periodísticas son: el establecimiento 
de rutinas laborales más flexibles, que faciliten 
la conciliación de la vida familiar -a la espera de 
la igualdad real en el cuidado de los hijos-; una 
paulatina introducción de las nuevas tecnologías, 
que no perjudique a las mujeres, discriminadas 
socialmente desde la niñez en el uso de la tecno-
logía; o la progresiva deconstrucción de mitos de 
la profesión periodística, como el individualismo, 
que chocan con la introducción de una visión 
femenina.

En los últimos años se produce un cierto op-

timismo sobre las posibilidades de Internet en la 
difusión de noticias feministas, efectuando una 
representación de la esfera pública que decons-
truye los discursos. También emergen críticas a 
la capacidad de la Red para fomentar estereotipos 
machistas, muy visibles en sectores como el pu-
blicitario (Steiner, 2005). Estos nuevos plantea-
mientos permearían la lógica de los medios. El 
problema radica en que las tecnologías pueden 
reproducir las desigualdades existentes, mante-
niendo una estrategia puramente economicista. 

5. Conclusiones

En este documento se ha tratado la labor de los 
medios en la construcción social del género, re-
flexionando acerca de la necesidad de articular 
la ética periodística como clave para una infor-
mación con perspectiva de género. Esta voluntad 
nace de la vigencia del paradigma de la responsa-
bilidad social de los medios de comunicación, asi-
milado por emisores y receptores del periodismo. 
La literatura científica cuenta con aproximacio-
nes que invitan a promover una responsabilidad 
periodística en sentido amplio, tesis de la que 
parte esta investigación. El carácter estructural 
de la desigualdad de género se halla detrás de 
esta propuesta.

A continuación, resumimos en cincos puntos 

las principales conclusiones del artículo:

1.  Los medios de comunicación social tienen la 

capacidad de clasificar y construir los grupos 
sociales. Esto es significativo para las relacio-
nes de género, ya que suponen relaciones so-
ciales atravesadas por las diferencias de poder.

2.  Los medios informativos han contribuido his-

tóricamente al mantenimiento y reproducción 
de los estereotipos sexistas. Para revertir esta 
dinámica, las organizaciones periodísticas y 
sus profesionales deben ampliar la mirada, lo 
que entraña aplicar la perspectiva de género. 
Este enfoque permea el conjunto de las noti-
cias, tratando de percibir en ellas el problema 
histórico de la desigualdad entre hombres y 
mujeres para darlo a conocer, a la vez que se 
conceptualiza como un conflicto social.

3.  La perspectiva de género debería estar pre-

sente en todas las fases de la producción me-
diática. No se cumplen las necesidades infor-
mativas de las mujeres porque las empresas 
periodísticas no están construidas desde una 
óptica femenina, existiendo una correlación 
en este proceso. A través de la promulgación 
de rutinas profesionales menos masculiniza-
das se podría alcanzar un mayor número de 
mujeres en puestos directivos de los medios 
y, por ende, de lectoras.

4.  Los principales códigos deontológicos de 

aplicación en España -Principios Internacio-
nales de Ética Profesional del Periodismo, 
Código Deontológico Europeo de la Pro-
fesión Periodística y Código Deontológico 
de la FAPE- se encuentran desfasados en el 
ámbito de la igualdad de género. Tampoco 
cuentan con información al respecto los li-
bros de estilo de El País y El Mundo. Todo 
ello evidencia un problema de moderniza-


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ción en los preceptos autorreguladores. La 
excepción la constituyen los más recientes 
consejos audiovisuales autonómicos, como 
los de Cataluña o Andalucía, que recogen la 
igualdad de género como máxima a perseguir 
por la acción de sus medios.

5.  Se ha conseguido redefinir la ética perio-

dística, entendiéndola aquí como respuesta 
totalizadora para construir medios e informa-
ciones que promuevan el fin de los roles de 
género sexistas en todas sus actuaciones. Por 
tanto, la aplicación de esta ética se amplía a 
todas las fases del proceso de producción me-
diática. El componente social del periodismo 
obliga a poner el foco en el desarrollo de esta 
ética responsable, que trabaja para la igual-
dad real entre hombres y mujeres. No tomar 
partido en esta materia iría en contra de los 
principios democráticos de la profesión.

El inconveniente de esta nueva ética es que, 

como todo elemento autorregulador, depende 

de la buena voluntad de las personas que se 
dedican a la actividad periodística. No parece 
plausible aspirar por el momento a algo superior 
a la autorregulación en las sociedades demo-
cráticas. Sin embargo, cuanto más se visibilice 
la perspectiva de género, cuanto mayor sea el 
número de referencias que se hagan a ella en los 
medios o en los propios códigos deontológicos, 
más plausible es que emisores y receptores la 
conozcan, para después interiorizarla como en-
foque a emplear. 

Independientemente de la tiranía o no que 

ejerzan los medios sobre sus contratados, el 
periodismo es una profesión de valores, lo que 
puede favorecer la toma de conciencia sobre la 
desigualdad de género. Muchas rutinas profe-
sionales machistas han sido adquiridas de forma 
totalmente inconsciente, lo que abre la puerta a 
que una mayor reflexividad sobre el quehacer 
periodístico logre promover una información más 
«feminista» y, por ende, más acorde a los valores 
democráticos.


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