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Nº 11 Vol 11 · Primer semestre, enero-junio 2015 págs. 58 a 77
expone la película, pero también induce a su vi-
sionado, por lo que el artista debe utilizar todos
aquellos recursos más demandados por el público
(acción, violencia, sexo, humor,…), pero tam-
bién atender los requerimientos de productores,
distribuidores, actores, etc. Y todo ello con una
labor de síntesis e inteligencia que convierta al
cartel en único y excepcional.
Se trata de un cartel cinematográfico, que
continuamente remite al espectador al mundo
del cine con sus encuadres, ambientes o escena-
rios, pero no hay que olvidar que también es
publicitario, por lo que tiene que cautivar y se-
ducir rápidamente con una imagen fija.
Un cartel de cine depende de muchos facto-
res, algunos más técnicos, como el estilo del pro-
pio cartelista o el medio utilizado para su repro-
ducción, y otros más subordinados al producto
que publicita, como el género de la película, su
argumento, las imposiciones estilísticas de las
productoras, los actores principales, etc., pero
tiene que conseguir ser él mismo un espectáculo
capaz de crear una unidad de estilo entre la pelí-
cula y el público.
Además, debe vender bien su producto. Debe
de ser bello, pero también adecuado para lo que
fue creado. Debe recoger toda la información ne-
cesaria para la «venta» del filme, pero ha de ha-
cerlo sin atender a esquemas, estereotipos o ideas
temáticas preconcebidas, sin mediocridad en su
diseño, en su código cromático o tipográfico.
3. Lenguaje
3.1. Código textual
Aunque en el cartel se suman dos lenguajes, el
de las imágenes y el de los textos, es sabido que
el cartel es, sobretodo, imagen, y ésta se consti-
tuye, como ya afirmaron Enel (1974, p. 22) y
Moles (1976, p. 19), en un «estímulo fuerte» que
atrae poderosamente al ojo humano. Tiene ma-
yor poder de atracción y seducción que el texto
pero, sin embargo, puede alcanzar altos valores
de polisemia que hay que clarificar y va a ser,
precisamente, este texto, un estímulo visual mu-
cho más débil, el responsable de corregir las con-
fusiones generadas por la imagen, amplificando
y/o puntualizando el mensaje para que éste se
transmita de manera idónea.
Como ya dijimos anteriormente, Enel (1974,
p. 27-48) compendia las teorías marcadas por
Abraham Moles en cuanto a las funciones prin-
cipales que tiene todo cartel: informativa, de
persuasión, económica, ambiental, creadora y es-
tética, y nos vamos a detener en este punto tan
sólo en las dos primeras. Inicialmente en la in-
formativa, ya que es el texto, pese a ser un estí-
mulo visual mucho más débil que la imagen, el
principal elemento responsable de llevar a cabo
esta función, completando y matizando el men-
saje lanzado a través del código visual, concre-
tando en lo posible la polisemia de las imágenes.
Según Alcocer Garmendia (1991, p. 12) «en el
sistema icónico-literario del cartel, el texto, en rela-
ción a la posible ambigüedad de las imágenes, aclara
y fija el sentido, o lo refuerza dándole mayor alcance,
o lo matiza ampliamente». Y también Enel (1974,
p. 73) insiste en esta idea: «el texto utilizado por el
publicista está enfocado por completo hacia un único
fin: cristalizar una significación entre todas las signi-
ficaciones posibles de la imagen».
Asimismo, el texto se ocupa de añadir otras
informaciones (productora, distribuidora, equipo
técnico, etc.) que rematan el anuncio y, a su vez,
contribuyen a reforzar la siguiente función: la
persuasiva. A nivel ligüístico, según Enel (Ibíd.,
p. 34), el cartelista dispone de una serie de técni-
cas (amenaza, sugestión, orden, asociación, ar-
gumentación, etc.) que puede aplicar en el eslo-
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