¿DESIGUALDAD o EDUCACIÓN?

La desigualdad implica diferencia. A rasgos generales, significa desequilibrio entre dos o más personas, expresándose en diferentes grados en función de la esfera a la que se aplique.

Socialmente, podemos observarla en aquellas situaciones en las que las personas reciben tratos distintos en función de su religión, género, estatus social o economía. Económicamente, representa la falta de equilibrio en la distribución de la riqueza en la sociedad. Sin embargo, a nivel educativo, estaríamos hablando de la base de las dos anteriores, pues significa la existencia de oportunidades no equitativas para todas las personas, disminuyendo la posibilidad de acceso a diversos servicios y bienes a grupos con menos recursos.

Oxfam Intermón publica dos informes: “Una economía al servicio del 1%” y “Una economía para el 99%” cuyos títulos, ya de por sí, nos aportan una información muy valiosa. De hecho, afirman que el 99% de la población mundial posee menos riqueza que el 1% más pudiente y, en el año 2015, 3.600 millones de personas poseían la misma riqueza que 62 personas ricas.

Sea como fuere, esta claro que la desigualdad es una realidad en la población actual, y es obvia la razón por la que la sociedad, cada vez más, trata de erradicarla: dificulta la movilidad y justicia social, reduce las posibilidades de acceso a algo tan básico como es la sanidad e influye en la posibilidad de obtener una educación en igualdad de condiciones.

Pero más allá de establecer un análisis, lo más interesante del asunto sería establecer sus causas, pues nos permitirían obtener ámbitos de actuación para que, de manera individual o conjunta, pudiésemos iniciar acciones enfocadas a reducirla.

En este sentido, esta claro que la globalización posee papel imprescindible. Que todo el mundo pueda estar conectado y acceder a servicios y productos que se comercializan, por ejemplo, en las antípodas de su país, ha supuesto un gran progreso de la humanidad. Sin embargo, esto ha provocado que las empresas tengan la posibilidad de subcontratar personal de otras regiones, demandando perfiles poco cualificados cuyos ingresos son reducidos. Se trata de una cadena donde el más fuerte, en muchos casos, se aprovecha del más débil.

Si bien es cierto que actualmente este tipo de actuaciones se encuentran muy castigadas, aun existen empresas que poseen este tipo de políticas o que, simplemente, no controlan a quien contratan sus proveedores en una larga cadena de subcontrataciones.

La causa de ello no es otra que la desigualdad entre países y sus condiciones. Una sociedad donde el acceso a la educación se encuentre limitado ya desde sus niveles iniciales da como resultado una población fragmentada, aislada y marginada, con menores recursos, mayores delitos y menos competencias, en la que predomina un sentimiento de desesperanza común.

En otras palabras, promueve que estos ciudadanos acepten cualquier cosa a cualquier precio con la esperanza de mejorar y debido a la falta de oportunidades en su región.

Esta tendencia a precariedad laboral no hace más que fomentar trabajos temporales, que su mayoría de ejemplos suelen implicar peores salarios y menor protección a nivel social. Es decir, es un círculo vicioso del cual muchísimas personas, literalmente, no pueden salir.

De esta manera, parece obvio pensar que la desigualdad también actúa como un freno económico. La disminución en el consumo y ventas, empresas con márgenes de ganancias limitados, que poco a poco van reduciéndose, conllevando a despidos cada vez más frecuentes de su personal, provocan que haya menos ingresos en la población y una demanda cada vez más reducida. En resumidas cuentas, la desigualdad produce una merma importante de la capacidad económica.

¿Pero como afecta esto a la educación? Pues bien, si un país observa que su capacidad económica esta disminuyendo, tratará de redistribuir sus recursos, no invirtiendo tanto en sectores que no considere tan importantes como otros. La educación es un claro ejemplo de ello. La reducción de posibilidades, una grave consecuencia.

Frente a este grandísimo problema, todos debemos actuar.

Todos tenemos un papel importante si ponemos en consideración la globalización. Las empresas no tienen más remedio que adaptarse a sus consumidores si desean sobrevivir a largo plazo. Por tanto, es el consumidor el que pone sobre la mesa sus necesidades y exigencias, provocando que la empresa deba actuar y responder en consonancia. Oportunidad y responsabilidad para el consumidor.

No cabe duda de que debemos ser parte del cambio, transformando la industria y el consumo hacia condiciones que sean equitativas para todos. No sabemos cuanto tiempo tenemos pero, ¿por qué no empezar ahora?.

Bibliografía

Acnur Comité Español, 2018. ¿Qué es desigualdad, qué tipos existen y qué consecuencias tiene?. Disponible en: https://eacnur.org/blog/que-es-desigualdad-que-tipos-existen-y-que-consecuencias-tiene-tc_alt45664n_o_pstn_o_pst/ (Acceso: 15 de febrero de 2021).

CEPES, 2019. La Contribución de la Economía Social a los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Disponible en: https://www.cepes.es/files/publicaciones/117.pdf (Acceso: 16 de febrero de 2021).

Oxfam Intermón, 2020. Familias en riesgo de exclusión social: acceso al trabajo. Disponible en: https://blog.oxfamintermon.org/familias-en-riesgo-de-exclusion-social-acceso-al-trabajo/ (Acceso: 15 de febrero de 2021).

Oxfam Intermón, 2020. Desigualdad económica en el mundo: consecuencias y mucho por hacer. Disponible en: https://blog.oxfamintermon.org/desigualdad-economica-en-el-mundo-consecuencias-y-mucho-por-hacer/ (Acceso: 16 de febrero de 2021).

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