¿ESTÁN LAS EMPRESAS COLABORANDO A LA REDUCCIÓN DE LAS DESIGUALDADES?

En un entorno idílico todos defendemos que somos iguales, pero la realidad nos muestra todo lo contrario. Nos encontramos ante diversos tipos de desigualdades como la de género, económica, raza, religión… Es obligación de cada uno de nosotros la reducción y erradicación de ellas y no sólo a nivel individual sino también por parte de organismo internacionales, gobiernos y corporaciones.

La reducción de las desigualdades adquiere tal relevancia que se trata de uno de los 17 ODS (objetivos de desarrollo sostenible). Todos estos objetivos están relacionados entre sí ya que el objetivo principal de todos es aumentar el bienestar de la sociedad mundial. En las sociedades democráticas el sector público es el principal respaldo ante el bienestar social y reducción de desigualdades. En este sentido, en España se ha creado un grupo interministerial de alto nivel para la consecución de los objetivos de la Agenda 2030 y un plan de acción para el mismo. A su vez, se están elaborando distintas leyes relacionadas con el cambio climático y economía circular, destacando fuertes procedimientos de transparencia. No obstante, en un mundo globalizado como en el que nos encontramos, no debemos olvidarnos del sector empresarial. Las empresas han incorporado en sus modelos de negocio el concepto de responsabilidad social corporativa, tanto en su toma de decisiones como en el proceso productivo. La adopción de estas medidas les ofrece una fuerte ventaja competitiva, siendo toda una oportunidad para reforzar su imagen a través de acciones como la gestión sostenible del agua, la imagen de la mujer o el uso de energías renovables (Prados & Isabel, 2018).

Ahora bien, existe una gran desemejanza entre el nivel teórico y el práctico. A modo de ejemplo, situándonos en el caso de la desigualdad de rentas, las empresas multinacionales han tenido el poder de decidir entre los ganadores y perdedores. Las empresas inciden en la distribución de la renta a la hora de elegir dónde producir, dónde vender y dónde generar los beneficios (optimización fiscal). Las empresas con suficiente poder económico optan por la deslocalización de sus empresas, situándolas en el exterior de sus fronteras nacionales y así consiguiendo un ahorro en costes y una fuerte competitividad.  Se tienden a deslocalizar los procesos productivos intensivos en mano de obra, con baja participación de la tecnología y bajo valor añadido. Las grandes empresas tienen el poder de concentrar en pocas dosis el poder económico, como puede ser el caso de las grandes empresas tecnológicas GAFA (Google, Amazon, Facebook y Apple). Según Oxfam (2018), llama la atención que el 1% de la población posee el 82% de la riqueza generada durante 2018, mientras que el 50% es más pobre (Oxfam, 2018).

Por un lado, la deslocalización de empresas a países en vías de desarrollo puede suponer una fuerte pertinencia para el desarrollo económico y social de los mismos. No obstante, en algunas ocasiones las relaciones entre dichos paises y las multinacionales son asimétricas. El elevado poder de países como EEUU o la Unión Europea pueden provocar que los PVD tengan que aceptar acuerdos no totalmente relacionados con sus intereses. Ambos poseen objetivos dispares, mientras que el objetivo de la empresa es la maximización del beneficio, los gobiernos buscan la maximización del valor que pueda aportarle la actividad económica de la multinacional. En contraste con ello, las empresas aumentan el empleo del país, incita a que los trabajadores se formen para una determinada labor y mejoran la asignación de los recursos. Otras fuentes afirman que mantiene en situación precaria a sus trabajadores, ocasionan daños en el medio ambiente, soborno…

En definitiva, no cabe duda que el sector empresarial es una gran palanca para el avance económico y se están generando continuas mejoras hacia un modelo de negocio sostenible y responsable con la sociedad y el medioambiente. Ello me gustaría ejemplificarlo con el caso de Ikea y el siguiente vídeo: 

El vídeo fue emitido por una cadena sueca en 1999 donde denunciaban las condiciones laborales de Ikea, llamandólo “La trastienda de los horrores”. Tras ello, las ONG empezaron a actuar, descendieron sus ventas, otras empresas empezaron a mejorar esos mismos hechos y optó por realizar un lavado de cara. Ha realizado proyectos con Unicef, venta de productos con fines sociales, muestran un continuo compromiso con la sostenibilidad… En el sentido del vídeo, lo más relevante es que ha realizado una deslocalización a la inversa, abandonando Asia e instaurándose en Italia. Con ello, ha demostrado que la deslocalización puede ser un viaje de ida y vuelta y mejora su visión apostando por una mayor calidad en todo su proceso productivo. Continuamos avanzando, no obstante, aún queda camino por delante (Menor, 2012).

Bibliografía

Menor, D., 2012. Deslocalización a la inversa: Ikea deja Asia y apuesta por Itali. El Confidencial, 14 abril. 

Oxfam, 2018. [En línea] 
Available at: https://www.oxfam.org/es/notas-prensa/el-1-mas-rico-de-la-poblacion-mundial-acaparo-el-82-de-la-riqueza-generada-el-ano

Prados, D. l. T. & Isabel, 2018. Los objetivos de desarrollo sostenible y los informes no financieros, s.l.: s.n.

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