La inteligencia emocional es mucho más importante que tu coeficiente intelectual

A lo largo de la vida, son múltiples las ocasiones donde uno debe hacer frente a una crisis. Las crisis son aquellas situaciones complejas y no deseadas donde hay que lidiar con un entorno ambiguo e incierto que nos hace salir de nuestra zona de confort. La capacidad de lidiar con estas crisis es una virtud muy valorada en la sociedad, más aún dentro del entorno profesional, donde las crisis se suceden unas a otras y la capacidad de liderar un equipo capaz de superarlas es una habilidad cada día más demandada en el mundo de la empresa. 

¿Cómo lograr desarrollar esta habilidad de resiliencia y liderazgo consciente en entornos de crisis? Desde mi punto de vista, la mejor forma de abordar esta pregunta es desde la perspectiva empírica de la neurociencia y la psicología: la inteligencia emocional. Las investigaciones en el cerebro humano, ese gran desconocido, han evolucionado notablemente en las últimas décadas, permitiéndonos visualizar su estructura y funcionamiento básico. La inteligencia emocional hace referencia a la capacidad de gestionar las emociones propias e identificar y gestionar las emociones de quienes nos rodean. El cerebro humano cuenta con dos sistemas independientes, aunque relacionados; por un lado, el sistema límbico, donde el hipocampo y la amígdala son los encargados de almacenar y gestionar estas emociones, y por el otro, el sistema racional, liderado por el Neocortex. 

Miedo, ira, tristeza, alegría…las emociones han sido elemento fundamental en la evolución humana, sirviendo para detectar y protegernos de peligros o relacionarnos en sociedad. Esta área del cerebro cuenta con un tiempo de reacción mucho más bajo que el área racional, lo que hace que nuestras primeras reacciones frente a algo inesperado, como una crisis, sean lideradas por nuestras emociones. 

Los humanos, por norma general, desarrollamos la habilidad de gestionar nuestras emociones desde edades tempranas, a lo largo de la infancia. En primer lugar, los bebes reaccionan por imitación frente a las emociones de otros: ríen cuando alguien ríe, lloran cuando alguien llora…sin embargo, a medida que el bebe crece, desarrolla la habilidad de ser consciente de sus propias emociones. En este momento, el niño comienza a reaccionar a las circunstancias que le rodean con las emociones que ha aprendido por imitación: llora cuando se cae, ríe cuando su madre juega con él…la fase de autoconocimiento ha comenzado. Finalmente, en etapas más avanzadas de la infancia, el niño comienza a ser consciente de las emociones de los demás, por ejemplo, cuando un amigo se cae y llora, el niño intenta consolarle, le da un juguete que a él le hace feliz, o busca ayuda de un adulto. El niño ha comenzado a desarrollar la otra variable esencial para la gestión emocional: la empatía. 

A lo largo de la vida, el autoconocimiento y la empatía se irán desarrollando en diferentes medidas. Aquellas personas con mayor habilidad en estos campos cuentan con ventajas en la sociedad: son más populares, crecen más en sus trabajos, y tienden a liderar equipos de personas. Numerosos estudios muestran que la inteligencia emocional cuenta mayor impacto en la vida personal y profesional que la inteligencia racional, basada en el coeficiente intelectual. 

¿Cómo desarrollar la inteligencia emocional? El primer paso es conocerse a uno mismo. En entornos de crisis, las emociones afloran. La ira, la ansiedad o el miedo suelen ser las reacciones más acordes ante algo inesperado y peligroso. En este momento, ser consciente de las emociones que uno está sufriendo es vital, no dejando que estas se apoderen del control y generen una reacción precipitada y errónea frente a los impactos del entorno. En este sentido, la experiencia permite ganar control sobre uno mismo. Todos hemos vivido situaciones donde nuestras emociones afloran y nublan nuestra visión racional. De hecho, cuando la situación ya ha pasado, y nos hemos tranquilizado, analizando la situación desde el punto de vista racional, tendemos a arrepentirnos de nuestra conducta. Poco a poco, se debe desarrollar la habilidad para identificar la emoción en el preciso momento en el que aflora y redirigirla a nuestros intereses, evaluando la situación en su contexto global y buscando alternativas o posibles soluciones que redirijan la energía de nuestro cuerpo al Neocortex. 

En segundo lugar, una vez controlada nuestras emociones, es momento de gestionar las emociones de quienes nos rodean. La empatía, capacidad de identificar las emociones de los demás, permitirá actuar acorde a las necesidades de cada individuo de nuestro equipo. Al igual que el niño que le entrega un juguete a su amigo herido, el líder del equipo debe comprender las preocupaciones de cada integrante del grupo, y contraponerlas con acciones que le devuelvan la visión racional. Si bien existen personas con mayor habilidad empática que otras, la experiencia es nuevamente fuente de aprendizaje, y si conocemos cómo gestionar nuestras propias emociones, podremos afrontar las de los demás: liderazgo consciente.

En conclusión, la inteligencia emocional es la respuesta frente a la gestión compleja de crisis, y será el arma que nos permitirá crecer tanto en el aspecto personal como en el profesional. Su aprendizaje y desarrollo comienza hoy mismo, recuerde los pasos: 

1º Identificar que emoción siento en el momento en el que aparece.  (autocontrol)

2º Controlarla y redirigir el foco y la energía en cómo puedo afrontar el problema. (autocontrol)

3º Identificar que emociones sienten los miembros de mi equipo. (empatía)

4º Gestionar las emociones de mi equipo redirigiéndolas al área racional y resolutiva del problema. 

REFERENCIAS

Daniel Goleman. La inteligencia emocional. (1996). Editorial Kairos.

Daniel Kahneman. Pensar rápido, pensar despacio. (2011). Editorial Debate.

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