El nuevo capitalismo de las personas

¿En que piensas cuando escuchas que el dióxido de carbono en la atmósfera ha aumentado en un 30% desde la revolución industrial? (Europe Oceana)

¿Y cuando escuchas que por la acción humana estamos liberando el calor equivalente a cuatro bombas atómicas cada segundo? (Centro Nacional de Investigación Atmosférica)

El 7 millones de muertes al año son por culpa de la contaminación atmosférica (OMS). Esto es más que las muertes totales causadas por el COVID-19.

Predicciones de Naciones Unidas, hablan de la posibilidad de tener entre 50 y 200 millones de refugiados climáticos para 2050. Para verlo en perspectiva, actualmente hay 6,4 millones de refugiados de la guerra de Ucrania.  

Incluso aunque al leerlo estos datos te hayan impactado, es muy posible que dentro de unos minutos los hayas olvidado. Y es que la información sobre el cambio climático, como las otras crisis actuales del capitalismo, nos ha sobresaturado. Cada día recibimos más y más información sobre desastres, desigualdades y sufrimiento en todo el mundo, y nos sentimos impotentes ante ello.  

Nosotros como personas individuales, podemos tratar de contribuir a solucionar estos problemas, pero lo cierto, es que solos, no podemos hacer mucho. Esto, nos lleva a pensar en quién sé puede: empresas, gobiernos,… Los ejes de funcionamiento del capitalismo. Y nos podemos preguntar, ¿el capitalismo tiene salvación? 

“El capitalismo moderno tiene el potencial de elevarnos a todos a un nivel de prosperidad sin precedentes, pero actualmente está en bancarrota moral y va encaminado hacia una tragedia”, ya decía en 2018 el economista Paul Collier, en su libro El futuro del capitalismo. Y es que son numerosas las voces que critican la evolución actual del modelo capitalista, las desigualdades y las injusticias que está provocando o están provocando las personas en todo el mundo.  

Un artículo de Nueva Sociedad habla de tres grandes crisis: la sanitaria, la económica y la climática. El modelo capitalista global, hace que se generen desigualdades de acceso a recursos, educación, sanidad, inversión e incluso desigualdades en sobre quién recae la contaminación asociada a los productos que utilizamos. En occidente nos formamos en como generar productos, como venderlos, mientras en otros países han de fabricarlos, y contaminar y mermar sus ecosistemas para atender a nuestro modo de vida. Con las inversiones que generamos de este sistema creamos vacunas, tecnologías y medicamentos que no llegan a estos países, cuando por causa de la contaminación pueden necesitarlas más que nosotros.  

En los últimos tiempos, podemos decir que han aparecido indicios del cambio. Los balances económicos mundiales están cambiando, la crisis del COVID-19 nos ha hecho ver que la salud puede ser un asunto global y el cambio climático, junto con las medidas para frenarlo, son cada vez un tema de mayor interés para gobiernos y empresas. 

Así aparecen tendencias como es el capitalismo social, que entiende las empresas no solo como entes económicos que se mueven por el beneficio, si no con un propósito más allá de lo económico, centrandose en lo social, lo medioambiental o lo ético. En general, empresas que quieren atender al perfil más humano de sus grupos de interés, uniéndolos en torno a un sistema de creencias y valores.   

¿Pero es esto verdaderamente lo que vemos en las empresas hoy en día? ¿Cómo consumidores, podemos realmente apreciar la diferencia entre una empresa con propósito y una empresa que solo esta realizando un Purpose-Washing? 

Por un lado, tenemos estudios como el Barómetro de confianza de Edelman de 2021, que establece que muchos consumidores revisan primero las empresas y las marcas para asegurarse de que su propósito sea genuino antes de comprar sus productos. El estudio también encontró que el 45% de los consumidores no comprarían de una marca si no confían en la empresa propietaria. 

Por otro, tenemos que tener en cuenta el fenómeno de la infoxicación. Probablemente si tienes que elegir entre 2 productos similares y conoces que la empresa A es más ética o más ecológica que la empresa B, tu elección sea sencilla. Pero actualmente no es una cuestión de A o B. Contamos con miles de opciones, empresas y marcas, que evolucionan y cambian. Cientos de artículos sobre greenwashing, encubrimientos o fraudes aparecen en los medios de comunicación, involucrando a empresas, gobiernos e incluso organizaciones sin ánimo de lucro.  

A esto además hay que añadirle toda la información sobre desigualdad, cambio climático y desastres cada día en las noticias. Todo esto hace que muchas personas “se rindan” y comiencen a ignorar todos estos factores como un mecanismo de defensa. Y lo mismo ocurre con las empresas, que están compuestas de estas mismas personas, y también reciben todos estos mensajes, que minan poco a poco nuestro afán de un futuro mejor.  

Por todo esto, quiero concluir esta reflexión con un mensaje; y es que no nos dejemos abrumar, todos tenemos algo de poder de decisión en el futuro, como consumidores, como trabajadores y como personas. 

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