¿Hacia dónde camina nuestra sociedad?

La sociedad moderna se enfrenta al mayúsculo reto de enfrentar los objetivos ODS desarrollados por las Naciones Unidas bajo un clima de polarización política, radicalismo y crispación. Los tradicionales sistemas políticos y económicos deben adaptarse a los nuevos tiempos, sumándose a la concienciación social y medioambiental de la sociedad, sin poner en peligro su estructura. 

A fecha de 2021, numerosas son las críticas que recibe el sistema capitalista en los países occidentales, allí donde, curiosamente, más influyó en su desarrollo y modernización. Esto nos lleva al siguiente planteamiento: ¿es el sistema capitalista el causante de los problemas sociales contra los que se lucha en los ODS?, ¿es participe de ellos?, y lo más importante, ¿tiene en su mano la solución?

Los principios del capitalismo se basan en la defensa de los derechos individuales, la propiedad privada y los medios productivos. Encontrando sus tiempos más oscuros en la industrialización, el sistema capitalista fue evolucionando y adaptándose a los diferentes movimientos sociales que exigían mayor libertad. De esta forma, el sistema concebido para salvaguardar el libre mercado se modeló con la llegada de la socialdemocracia a los principales países desarrollados. 

Es necesario destacar que la existencia de un sistema económico y social ideal y perfecto es propiamente utópica. Cualquier sistema, cuenta con un importante talón de Aquiles: todos son ideados y organizados por humanos. Ningún humano es perfecto, y siempre quedarán variables dispuestas a la aleatoriedad de la historia y del entorno. Las diferencias sociales han existido siempre en la estructura organizativa humana, desde los primeros homo-sapiens hasta Wall Street. En su trayecto, la humanidad ha convivido con numerosos sistemas, pero ninguno de ellos la impulsó tanto como el capitalismo del siglo XX. En gran parte, se debe agradecer a este sistema el avance tecnológico y las condiciones de vida de las que gozamos en occidente hoy en día.

Sin embargo, numerosos individuos apuntaban a este sistema como el causante de todos sus males, así como de los del planeta. En respuesta a esto, los datos reflejan que aquellos países donde el capitalismo predomina, los índices de pobreza son mínimos, tomando como referencia el PIB per cápita e índice de pobreza de la ONU. Curiosamente, aquellos países con menor libertad de mercado, son los que manifiestan también peores datos en libertad de expresión y pobreza. Por ende, no se puede asociar la causa de pobreza y diferencia de clases al sistema capitalista. 

Dicho esto, el capitalismo, como cualquier otro sistema, es el reflejo de la sociedad, y la sociedad sí tiene en su mano el poder de reducir las diferencias y plantear soluciones. Como se ha mencionado anteriormente, la mayor virtud del capitalismo ha sido su capacidad de adaptación al entorno, y como sistema que mayor libertad ofrece debe ser el responsable de adaptarse a la concienciación medioambiental y social. 

Manteniendo el libre mercado, la propiedad privada y la libertad del individuo, el capitalismo, y las empresas como su máximo exponente, deben basar sus modelos de negocio, ya no solo en la maximización de beneficios, sino también en aportación a la sociedad. 

Esta transformación ya está ocurriendo, forma parte del presente, y cada vez son más las empresas con estrategias de futuro centradas en cumplir los objetivos ODS e impulsar la sociedad. 

El capitalismo no debe actualizarse, porque nunca paró de hacerlo.

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