El arte de decidir: los grandes estrategas de la historia tienen un denominador común.

Vivimos en una sociedad globalizada con un ritmo de vida tan alto que no nos permite pararnos a analizar el momento, empujándonos constantemente a actuar sin pensamiento crítico alguno. 

En la vida de todo individuo, personal y profesionalmente surgen situaciones donde    uno debe elegir que camino seguir. La situación se complica cuando la decisión no solo repercute en uno mismo, sino también en otras personas. Los llamados entornos VUCA, de las siglas en inglés Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo, provocan la toma de decisiones con poca información, en algunos casos imprecisa,  inmersos en un clima de máxima presión. 

Estos entornos no son solo cosa del presente, e históricamente numerosos militares y políticos han tenido que tomar decisiones clave en el transcurso de ejércitos y países. Desde Roma y sus tácticas de infantería, pasando por Napoleón o el conocido desembarco aliado de Normandía, todos los éxitos históricos en materia de organización de personas alineadas con un mismo objetivo se han basado en un concepto clave: la estrategia. 

Contar con una estrategia es contar con una metodología de trabajo a seguir que permita, en momentos de máxima presión, actuar bajo un criterio previamente establecido. Permiten ser ágiles y no ceder frente a la parálisis por análisis o bloqueo emocional. Permiten ser analistas y dejar de lado sesgos propios del exceso de confianza, los deseos o el calor del momento. 

Las estrategias no dejan de ser metodologías de trabajo que estructuran problemas. Variables como los costes, los beneficios, el tiempo, la factibilidad, los recursos, los riesgos, la ética, o demás elementos tangibles e intangibles encuentran una gobernanza al aplicar una metodología. 

Actualmente, en el mundo empresarial, todo líder debe contar con habilitad para diseñar e implantar estrategias que lleven a su organización a cumplir los objetivos preestablecidos. En este desarrollo, en el siglo XXI contamos con una herramienta que hubiese sido envidiada por los estrategas antiguos: el análisis masivo de datos. Gracias a los avances tecnológicos actuales es posible obtener una imagen fiel del entorno que nos rodea. Sin embargo, esta información debe complementarse con el alineamiento de toda la organización. Este es el segundo factor clave. 

Un buen equipo puede hacer exitosa una mala estrategia, mientras que un mal equipo, puede malograr una buena. Esta premisa se ajusta fielmente a la realidad, y pone en contexto la importancia de maximizar la comunicación y relación con los distintos stakeholders que conforman la empresa, entre ellos, uno de los más importantes y menos valorados en el transcurso histórico: los empleados. Contar con una estrategia que tenga en cuenta a los mismos y los haga partícipe es parte del éxito de la corporación.

Estrategias bien definidas y organizaciones que cooperen alineadas hacia el mismo objetivo. La empresa de nuestra era y del futuro debe ser capaz de asumir esta premisa como bandera, y para ello, el aprendizaje de metodologías para la toma de decisiones es paso requerido del joven talento llamado a liderarla. 

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