Capitalismo social como respuesta a los megadesafíos.

A lo largo de los últimos años existe la tendencia hacia un nuevo modelo de capitalismo. La pandemia tiene consecuencias en todas las clases sociales, desconocemos el impacto que tendrá en un futuro y actúa como catalizador de algunas tendencias.

La innovación tecnológica es la manera actual de mejorar la vida y cambiar el acceso a los recursos. Los sistemas económicos no son más que la forma de gestionar los recursos disponibles. El problema surge cuando, desde un punto evolutivo y de antropología filosófica, el ser humano rechaza la desigualdad, y esto genera un desorden social.

¿El capitalismo actual debe cambiar?

El capitalismo, aparece en el siglo XIII en Europa como respuesta a la necesidad de poder transaccionar. Concretamente, con la revolución industrial, aparece el capitalismo financiero que nos ha traído aquí. Desde hace unos años, el capitalismo debe volver a cambiar, hay necesidades diferentes. Existe la necesidad de un capitalismo más social, que entienda que los proveedores, empresas, clientes son todos igual de importantes.

Los megadesafíos a los que nos enfrentamos en el siglo XXI, década de acción, con agenda de grandes retos, en los tres ámbitos: social, medioambiental y tecnológico; son heredados del capitalismo del siglo XX. Entre ellos, las brechas sociales o los problemas ambientales.

El compromiso de la empresa es fundamental en ámbitos de función social, ambiental y tecnológica para poder transformar el capitalismo, alcanzando así la consecución de los objetivos 20-30.

Disponemos de las herramientas tecnológicas y el capital humano para hacer un capitalismo humanista.

¿Qué es la exclusión social?

Necesidad del ser humano de ser justamente tratado con respecto a otro.

La exclusión es la ruptura de lazos con la sociedad y la expulsión fuera del sistema.

Un ejemplo de ello es el barrio de Las Tres Mil Viviendas, en Sevilla. Este barrio se forma cuando tras una restructuración urbanística, todos los gitanos de Triana quedan concentrados en una zona de la periferia de la ciudad de Sevilla. Hay tres tipos de personas: las más reguladas que son autónomos tienen ingresos, segundas personas que están en riesgo de exclusión (disponen de ingresos no declarados) y un tercer grupo excluidos socialmente formado por personas que son drogodependientes, madres sin ingresos con muchos hijos, entre otros. 

El desarrollo económico y social de un país depende de las personas que se forman y producen en él. En el barrio de Las Tres Mil Viviendas son muchas personas las que no generan y se convierten parásitos de la sociedad. En concreto, son el 80% de los vecinos los que no tienen trabajo o estudios básicos.

Estas personas no conocen nada más allá que la sociedad en la que viven, son ellos mismos los que involuntariamente, se excluyen. El nivel educativo es tan bajo que no tienen la necesidad de inclusión social.

En este enclave nace la fundación Alalá, Alalá significa alegría en caló. La fundación busca la integración social de niños y jóvenes a través del arte, en escuelas de música y baile.

La pandemia ha ensanchado la brecha social de manera preocupante, en respuesta desde las empresas privadas en el mundo se han invertido 71.000 millones en proyectos que buscan ser socialmente responsables.

¿Es verdadera esta responsabilidad social?

La sociedad experimenta una tendencia hacia la búsqueda de rentabilidad y sostenibilidad. A medida que en las empresas se incorpora gente más joven y van saliendo las generaciones más mayores, se empiezan a poner en juego otras variables como la imagen social de la empresa.

El consumidor de hoy es un ciudadano, cada vez más preocupado por el impacto medioambiental y social de los productos que compra. Practica un consumo consciente o reflexivo, este tipo de consumo es aquel que es sensible a los estímulos y a la información sobre el impacto social y ambiental antes de realizar la compra.

Este tipo de consumidor surge debido a que las nuevas generaciones han sido educadas en la sostenibilidad. El consumo consciente provoca que rebajemos la externalidad de la culpa, la culpa deja de pertenecer a las grandes empresas que impactan negativamente en el medioambiente o la sociedad. Hacemos la responsabilidad nuestra, si consumimos sus productos. Esto lleva a los consumidores a ejecutar un consumo responsable.

Se puede decir que la compra inteligente incorpora una nueva variable al binomio calidad-precio, que es la sostenibilidad. Esta variable implica que la decisión de compra sea inteligente.

Los consumidores crean vínculos basados en valores con las empresas. Observan y ponen en valor los esfuerzos que las organizaciones hacen, esto fuerza a las organizaciones a una necesidad de incrementar la legitimidad social. Las organizaciones no sostenibles terminarán perdiendo cuota de mercado.

Personalmente, me muestro escéptica ante los fines sociales de las empresas. Pienso que existe un fin lucrativo, una concepción de la labor social como proyectos de marketing. Más allá de los intereses que puedan tener las empresas, es parte de su presupuesto la que se destina a sostenibilidad y el cambio es bueno para la sociedad y el planeta.

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