TIRO PORQUE ME TOCA

Se acerca el verano y a todo el mundo nos gusta relajarnos. Imagina estar ya de vacaciones, tumbado en la playa, con la sombrilla protegiendo la mitad de tu cuerpo que no va a quemarse, sintiendo la brisa del mar…

Entonces te llama tu madre y te dice que su amiga la Paca es positiva en Covid-19 (sí, esa que no se quiso vacunar por los efectos secundarios). Tu madre se vacunaba ese mismo día pero ya es tarde, tu madre ha estado con tu tío el asmático que tampoco se vacunó porque le dijeron que AstraZeneca era peor que Satanás y, por si fuera poco; las vacaciones ya están pagadas y como no has contratado seguro no te devuelven ni un euro.

¿Qué harías en esta situación?

Porque de un segundo para otro todos nuestros planes se pueden desbordar, y no estoy hablando solamente del virus experto en aguar fiestas con el que convivimos; sino de la amenaza del azar al que estamos expuestos. Nuestra vida, en realidad, es más o menos como el juego de la Oca: una desgracia detrás de otra y lloras porque te toca. Si bien algunos sacan números más altos que otros, todos nos hemos caído alguna vez en la casilla de “muerte” y hemos tenido que volver a empezar.

Y es que si hablamos de crisis también hablamos de coleccionismo, porque todas las personas tenemos un historial digno de museo, sea más largo o más corto. Personalmente, cuando me encuentro ante una de estas situaciones de crisis, mis neuronas entran en modo avión, es decir; aparentemente sigo viva y funcionando pero no tengo ningún tipo de conexión. No sé cuál será tu perfil de Gestor de Crisis, pero estoy segura que al menos una vez te ha pasado lo mismo que a mí.

Cuando me pasa esto, normalmente soy consciente de que tengo que actuar antes de que se me acabe la batería y no pueda hacer nada. Vivo con la falsa filosofía de que todo tiene solución, lo que me lleva a fracasar constantemente, pero bueno; al final con el modo avión puedes hacer algunas cosas que no requieran conexión como mirar y guardar fotos o llamar a emergencias. Y eso es exactamente lo que hago: respiro y decido lo más rápido que puedo tirando de la experiencia y, si no se me ocurre qué hacer, escondo el rabo entre las piernas y llamo a mi mamá para que me diga cómo arreglar mis desastres monumentales.

Y es que propongo que el próximo gasto público innecesario sea precisamente un monumento a mi madre, porque antes de que un curso de Harvard me contara pasito a pasito cómo gestionar una crisis ya me lo había enseñado ella.

En fin, la próxima vez que un contacto te diga que es positivo piensa que estamos casi todos vacunados. Al fin y al cabo con tanto drama que hemos tenido últimamente ya somos prácticamente inmunes a las crisis que se nos presentan… ¿O no?

Deja un comentario