
99
La comunicación política del Presidente Clinton. El discurso del estado de la Unión de 1998 (Pág. 96 a 117)
la actividad política, ya como postgraduado, le
significó una revisión completa de sus presu-
puestos intelectuales al respecto. El entonces
joven titulado comprendió el papel de la volun-
tad para acometer –y coronar– una empresa po-
lítica, así como el valor de la proximidad a la
hora de rentabilizar el potencial inherente a todo
entorno electoral. Se vota lo que se desea, pero
también lo que se necesita en cada momento. De
ahí la utilidad que para un candidato posee el
tener conciencia de las expectativas de sus con-
ciudadanos. El político debe avanzar hacia sus
iguales, a los que sirve, adoptando sus posicio-
nes, compartiendo sus emociones.
Su carrera como asesor de campaña y, luego,
su elección en 1979 como gobernador de Arkan-
sas, demostró una genuina perspicacia a la hora
de moverse en la arena política; sin embargo, fue
con motivo de su pérdida de la gobernaduría de
Arkansas en 1981 cuando Clinton inició una au-
téntica catarsis política que desembocó en su
exitosa resurrección electoral en la siguiente
convocatoria, recuperando así la magistratura en
1983. El interim de enero de 1981 a enero de
1983 sumió a Clinton en un profundo proceso
de reflexión sobre los errores cometidos, y la me-
jor manera de proceder a la subsanación de los
mismos. A partir de ahí, Clinton fue enrique-
ciendo una metodología de poder que se basaba
en elementos de enorme sencillez –y extraordi-
naria eficacia–. Un sincretismo ideológico que
asumía sin prejuicios toda idea –incluso proce-
dente del conservadurismo social– que resultase
positiva para la comunidad, un rigor presupues-
tario habilitante de superávit fiscal, una conten-
ción de los impuestos, impulso a la iniciativa
empresarial, fuertes políticas sociales, programas
de implementación de la igualdad legal, un Estado
de fuerte musculatura y moderado tamaño, una
acción pública plenamente eficaz y a un coste
mínimo, mayor exigencia –y control– a los res-
ponsables de la Administración Estatal, una
receptividad plena hacia las demandas de los
ciudadanos, etc. Lo mejor de cada tradición
ideológica del país, bajo el manto posibilista de
un liberalismo social conscientemente integra-
dor y difuso. El gobernador Clinton revalidó có-
modamente su mayoría a partir de 1983. Esa
etapa en Arkansas resultó decisiva para configu-
rar su programa sincrético y, más tarde, su praxis
institucional. Un centrismo progresista y tam-
bién posibilista, con influencias de la Third Way
y de corrientes incluso diferenciadas del Partido
Demócrata. El Gobernador Clinton ya fue califi-
cado como “new Democrat”, por su inteligente
defensa de un Estado del bienestar y una menor
intervención del Estado. De hecho, Little Rock
significó la consagración de un estilo de hacer po-
lítica, que trascendía las fronteras de los intangi-
bles con la finalidad de que el Presidente
alcanzase la categoría totémica demandada por el
sistema político norteamericano. Lo importante
es que los resultados a conseguir (y los medios
para lograrlos) sean positivos para la sociedad,
no necesariamente coherentes en sentido doctri-
nal. Clinton fue desprendiéndose de los dogma-
tismos –ideológicos u otros– conforme avanzaba
posiciones en el tablero del poder.
En su discurso sobre el estado de la Unión, en
1998, el Presidente tuvo que afrontar un cre-
ciente deterioro en su status político, debido a
contrariedades emergentes dentro y fuera del
Congreso. De ahí que Clinton iniciase esta alo-
cución desde un tono inusualmente serio, lejos
del habitual toque de humor que, al inicio de sus
discursos, permitía relajar –y motivar– a un audi-
torio devocional. La seriedad del tono, por tanto,
marca una parte de la intervención, que expresa
adResearch_4_lib.indb 99 02/06/11 12:16