Resulta fácil opinar desde la barrera sobre lo mucho o poco realista que es hablar de sostenibilidad en las empresas. El concepto en sí, sostenibilidad, ha ido perdiendo el significado original atribuido allá por 1987 en el famoso Informe Brundtland para resultar eminentemente abstracto y poco tangible, cuando no incómodo. Al rescate han llegado las siglas ESG, environmental, social, governance, que en español se traduce como criterios ASG, ambientales, sociales y de gobernanza.
A estas alturas del siglo XXI parece innecesario justificar la urgencia de la crisis climática que entre todos debemos resolver. Incluso el léxico ha variado para darnos pistas de su importancia: de cambio climático a crisis climática.