La zona de confort hace referencia a un estado mental similar al “piloto automático”, por el que las personas adoptamos una rutina con el objetivo de obtener un rendimiento continuo sin tener que asumir riesgos, es esa zona donde nos sentimos seguros, porque lo tenemos todo controlado. Salir de la zona de confort puede provocar en dicha persona un estado de ansiedad o temor al fracaso, que prefiere evitar a toda costa, conformándose con la situación actual, aunque ésta le provoque insatisfacción o infelicidad.
Luz, colores, mobiliario, música, pantallas, vestuario de las dependientas… Por mucho que nos sorprenda, la elección de esta serie de elementos en un establecimiento no se rige simplemente por una línea estética, sino que obedece a directrices incluidas en una estrategia de marketing sensorial.
Pero, empecemos por el principio. Y para eso, vamos a rescatar dos antiguos términos, hoy de capa caída pero muy útiles para saber de dónde venimos: Above The Line y Below The Line. Simplificando, el above englobaba a los grandes medios masivos y con una segmentación de pincelada gruesa: tele, radio, prensa, vallas y muppis.
Con la llegada de los primeros smartphones surgieron las primeras aplicaciones móviles: pequeños paquetes de software que, instalados en nuestro móvil, lo enriquecían permitiéndonos incorporarle nuevas posibilidades de productividad, entretenimiento, etc.