Una crisis como la que estamos viviendo nos enseña que todo puede ponerse patas arriba de un momento a otro. La situación cambia de forma radical, pero las marcas deben adaptarse a ella para sobrevivir. De todo se aprende. Dicen que incluso de las peores situaciones es de las que mayor aprendizaje se extrae. Yo también lo creo así: aprendemos o, mejor dicho, no debemos olvidar lo aprendido en las situaciones adversas.
La enfermedad COVID-19 no solo es una crisis de salud de proporciones inmensas y hasta ahora desconocidas, sino que además es un trance que nos somete a un nuevo orden económico, personal y empresarial.Nos cuestionamos cómo será volver a la normalidad, cómo se conformará nuestra vida y qué será nuevo y normal cuando volvamos a nuestra organización. Quizás nuestros hijos y nuestros nietos nos preguntarán, igual que lo hicimos nosotros con los que nos precedieron: «¿Qué os pasó durante la guerra contra el virus? ¿Y después? ¿Cómo os recuperasteis?
" Hay ideas —unas más justificadas y otras menos— que ya funcionan como un mantra en las organizaciones empresariales y en las empresas. Algunas sentencias resisten peor el paso de los años y digamos que envejecen mal. Pienso que no es el caso de esta. Ahí va: «El dinero huye de la inestabilidad». Seguro que el lector la ha oído o leído. Y quizá lleve años oyéndola.