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Retos para la alta dirección en la gestión de la sostenibilidad

Business | Artículo
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  • Noviembre 2022
  • Fecha de publicación
  • Noviembre 2022
  • Business
  • Artículo
Anna Bajo

Anna Bajo

Directora de Sostenibilidad de ESIC Directora del Título Superior en Gestión de la Sostenibilidad en ESIC University e Investigadora Principal del Grupo de Investigación ETHIS (Ética de la Inversión Sostenible).

El protagonismo de la sostenibilidad ha aumentado en el debate social, político y económico, especialmente desde la aprobación de los Objetivos de Desarrollo en 2015. El compromiso gubernamental se ha trasladado, como no podía ser de otro modo, a las distintas esferas sociales, buscando la implicación de todos para conseguir afrontar los desafíos señalados en la Agenda 2030.

A pesar de su importancia, seguimos observando grandes lagunas conceptuales y, en consecuencia, también operativas en buena parte de las organizaciones empresariales. Las interpretaciones sobre qué es la sostenibilidad siguen siendo diversas y esta dispersión no ayuda mucho a centrar el tiro ni sobre el discurso ni, mucho menos, sobre las actuaciones que hay que desarrollar.

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Importancia de la sostenibilidad en las empresas

El concepto no es complejo, pero sí su consecución, pues lo que se persigue no es un propósito baladí: se trata de que, entre todos, consigamos garantizar un mundo más justo, más humano, más vivible, que no amenace la durabilidad del planeta ni la vida de quienes lo habitamos ahora y de quienes lo harán a futuro. Un fin tan profundamente ambicioso que de ningún modo se alcanzará sin la contribución de cada persona, cada institución y cada organización, incluidas, cómo no, las empresariales.

Porque, inevitablemente, en las empresas ya estamos impactando en la sostenibilidad e influyendo en el devenir de la humanidad. Lo hacemos en todas y cada una de las decisiones que tomamos, seamos o no conscientes de ello, cuando decidimos qué comprar, a quién y bajo qué términos; cuando elegimos el destino de nuestros fondos mediante la aprobación de los presupuestos; cuando seleccionamos a nuestros empleados, establecemos sus condiciones laborales y los apoyamos en su desempeño; cuando definimos la relación y el diálogo que mantendremos con nuestros clientes; y también en la postura de respeto o descuido que adoptamos con respecto a la naturaleza que nos rodea.

Por descontado, no todas las decisiones impactan de la misma forma ni con la misma intensidad, pero de lo que no cabe duda es de que todas nuestras decisiones dejan una huella que de un modo u otro va a terminar incidiendo en las personas y en el planeta. Algunas de las consecuencias son dañinas y nos llevan —asumamos nuestra responsabilidad— a acrecentar el calentamiento global, la pérdida de diversidad o las desigualdades sociales, por mencionar algunas. Otras, sin duda, apuntan en la dirección contraria y contribuyen a generar desarrollo económico, mejoras en el bienestar de las personas que nos rodean o a plantear fórmulas innovadoras que hacen más eficiente el uso de los recursos naturales. Que el balance final sea positivo o negativo determina la herencia que dejaremos a quienes nos sucederán.

La educación es el punto de partida

Tan solo tomar conciencia de la realidad de que cada acción tiene consecuencias es ya un avance significativo hacia la sostenibilidad. En este sentido, la educación desempeña un papel determinante; evaluar la responsabilidad que tenemos sobre nuestras acciones no solamente es un ejercicio que deben aprender los más jóvenes. De manera más urgente, son los profesionales y directivos de todo tipo de organizaciones quienes han de formarse mejor para aprender a reflexionar sobre la impronta que dejan sus decisiones y desarrollar mejor la inteligencia necesaria para ligar causas y consecuencias.

También, cómo no, esta formación ha de aportarles conocimientos y herramientas que sean luego trasladables a su quehacer diario. Porque conocer y sensibilizar son premisas en la acción hacia la sostenibilidad que de poco sirven si no van acompañadas de acciones coherentes con el propósito de contribuir a mejorar la sostenibilidad del mundo en que vivimos.

El recorrido que hay que hacer para materializar dicho compromiso no puede dejarse al azar. Ha de planificarse a conciencia, analizando el potencial de la empresa y de su equipo para introducir aquellas mejoras o innovaciones que sean posibles. Claro que las condiciones de posibilidad también han de ser trabajadas y provocadas.

La huella de carbono que deja la actividad productiva de una empresa no va a reducirse por sí sola si no se establecen objetivos concretos al más alto nivel. Eso significa que entre las prioridades estratégicas se formule ese compromiso y, posteriormente, se concrete en los indicadores con los que se medirán los esfuerzos realizados por los equipos. Lo que no se mide y se liga a la compensación termina por perder prioridad y quedar diluido en medio de la vorágine diaria.

Programas complementarios a los planes de igualdad

Los planes de igualdad que la ley obliga ya a formular a las empresas tampoco se van a trasladar a la realidad por el mero hecho de redactarlos. Deben ir acompañados de programas concretos para su implantación e incluir medidas valientes en el corto, en el medio y en el largo plazo. Es necesario abandonar las justificaciones que posponen tomar las decisiones necesarias para trabajar por reducir la brecha salarial, el techo de cristal o el respeto a la diversidad y singularidad de cada persona en la organización.

Por supuesto que reducir el daño que provocamos al planeta requiere inversiones. Por supuesto que conseguir la equidad en los puestos directivos requiere «forzar» la promoción de mujeres y minorías para compensar tendencias pasadas que hipotecan las posibilidades del talento de aflorar en un entorno no diseñado para respetar la diversidad, en el sentido más amplio de la palabra.

Los directivos han de implicarse a fondo en forjar el cambio cultural necesario en sus empresas para que la sostenibilidad vaya más allá de un mero desiderátum y quede instituida en la estrategia y la gestión. De ello depende nuestro futuro.

 

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  • Noviembre 2022
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