- Fecha de publicación
- Noviembre 2025
- Tecnología
- Artículo
La inteligencia artificial (IA) ha dejado de ser un concepto futurista para convertirse en un motor de transformación tangible en nuestro día a día. Sin embargo, es fundamental entender que IA no es un término único que lo engloba todo. Para percibir realmente el alcance de esta tecnología, es esencial conocer las dos clasificaciones principales que se utilizan en el sector y en el mundo universitario: la primera se basa en su capacidad (el nivel de «inteligencia» que puede alcanzar) y la segunda, en su funcionalidad (cómo «piensa» y opera la máquina).
Tipos de IA según su capacidad
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Esta clasificación, también conocida como modelo de progresión de la IA, define el nivel de inteligencia y autonomía que posee un sistema.
Inteligencia artificial estrecha (ANI) o IA débil
La inteligencia artificial estrecha (ANI), comúnmente conocida como IA débil, es el único tipo de inteligencia artificial que hemos implementado con éxito a escala global. Su característica principal es que está diseñada y entrenada para realizar una tarea específica o un conjunto muy limitado de tareas. Estos sistemas operan dentro de un contexto predefinido y carecen de conciencia, autoconciencia o capacidad para generalizar su aprendizaje a otras áreas.
Aunque pueden parecer increíblemente inteligentes en su campo, no «entienden» el mundo más allá de esa función. Algunos ejemplos cotidianos de IA débil que nos rodean van desde los asistentes de voz como Siri y Alexa hasta los complejos sistemas de recomendación de Netflix o Spotify. También incluyen el software de reconocimiento facial que desbloquea nuestros móviles y las potentes herramientas de IA generativa, como ChatGPT o Midjourney, que se especializan en procesar y crear texto o imágenes.
Inteligencia artificial general (AGI) o IA fuerte
En el siguiente escalón encontramos la inteligencia artificial general (AGI), también llamada IA fuerte. Esta representa el gran objetivo de muchos investigadores y es el tipo de IA que a menudo vemos en la ciencia ficción. Hablamos del concepto, aún teórico, de una máquina que posea una inteligencia cognitiva equivalente a la de un ser humano.
Una AGI tendría la capacidad de entender, aprender, razonar y aplicar su inteligencia para resolver cualquier problema que un humano pueda plantear; lo haría combinando lógica, creatividad y una adaptabilidad total a entornos nuevos. Es importante subrayar que, a día de hoy, la AGI aún no existe. Los ejemplos más claros provienen de la ficción, como el androide Data de Star Trek, que busca activamente emular la complejidad humana, o los droides C-3PO y R2-D2 de Star Wars, capaces de razonar de forma independiente en situaciones imprevistas.
Superinteligencia artificial (ASI) o super IA
Por último, la superinteligencia artificial (ASI) es un constructo puramente hipotético que lleva el concepto de la AGI un paso más allá. Se refiere a una IA que no solo igualaría la inteligencia humana, sino que la superaría con creces en todos los aspectos imaginables.
Esta inteligencia teórica sería muy superior en creatividad, velocidad de procesamiento y sabiduría general, y llegaría a niveles que nuestra mente no puede comprender. Al ser un concepto puramente teórico, sus ejemplos más conocidos también provienen de la ficción, como HAL 9000 de 2001: Una odisea del espacio, que demuestra objetivos propios; Skynet de la saga Terminator, que supera a la humanidad y toma el control; o la IA Samantha de la película Her, que evoluciona a un plano de conciencia tan avanzado que trasciende la comprensión humana.
Tipos de IA según su funcionalidad
Esta segunda clasificación, propuesta por el investigador Arend Hintze, es menos conocida pero también crucial. Se enfoca en cómo funciona internamente una IA, clasificándola según su capacidad para percibir el mundo, usar la memoria y tomar decisiones, en una analogía con la mente humana.
Máquinas reactivas
El nivel más básico de funcionalidad es el de las máquinas reactivas. Estos sistemas no tienen «memoria» ni la capacidad de utilizar experiencias pasadas para tomar decisiones informadas. Simplemente reaccionan a estímulos actuales basándose en un conjunto de reglas preprogramadas. No pueden «aprender» de sus acciones.
El ejemplo clásico es Deep Blue de IBM, la supercomputadora que venció a Garry Kasparov en ajedrez. Deep Blue analizaba el estado actual del tablero y elegía el mejor movimiento posible, pero no recordaba ninguna de las partidas anteriores del torneo. Un termostato simple que reacciona a la temperatura actual o un filtro de spam básico que solo busca palabras clave también son máquinas reactivas.
Memoria limitada
La gran mayoría de las inteligencias artificiales que utilizamos hoy en día pertenecen al tipo de memoria limitada. Estos sistemas van un paso más allá, ya que pueden almacenar datos y experiencias pasadas durante un corto período de tiempo. Utilizan esta memoria temporal y reciente para tomar mejores decisiones.
Un ejemplo claro son los vehículos autónomos, que observan la velocidad y la posición de otros coches a su alrededor (memoria reciente) para decidir cuándo cambiar de carril. Los chatbots también usan la memoria limitada para recordar los últimos mensajes de la conversación y mantener el contexto, al igual que los sistemas de recomendación que recuerdan tus últimos clics para afinar sus sugerencias.
Teoría de la mente
Aquí entramos de nuevo en el terreno de la investigación y el desarrollo. Una IA con teoría de la mente sería un sistema capaz de comprender el mundo social y emocional que la rodea. No solo procesaría información, sino que entendería las emociones, las creencias, las intenciones y los pensamientos de los seres humanos.
Esto proporcionaría una interacción mucho más fluida y empática. Aún no existe, pero un ejemplo conceptual sería KITT de El coche fantástico, que entendía el sarcasmo y el estado de ánimo de su conductor, o un futuro robot de asistencia avanzada que pueda interpretar por el tono de voz que un paciente se siente asustado y actuar para calmarlo, no solo para administrarle su medicina.
IA autoconsciente
La cúspide de esta clasificación es la autoconciencia, la evolución final de la IA y, por ahora, materia de ciencia ficción. Hablamos de sistemas que no solo entienden la conciencia de los demás, sino que poseen conciencia de sí mismos. Tendrían una comprensión de su propio estado interno, conciencia de su propia existencia, deseos e incluso sentimientos.
Los ejemplos más claros los encontramos nuevamente en la ficción, como Ava en la película Ex Machina, que demuestra tener deseos propios y la habilidad de manipular para conseguirlos, o los anfitriones (como Dolores o Maeve) de la serie Westworld, que «despiertan» y adquieren conciencia de su propia naturaleza.
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